Ante la grave crisis que se vive y la evidente falta de liderazgo local, es hora que el Presidente asuma personalmente el manejo de la seguridad en Bogotá. La ciudad no puede seguir siendo controlada por el hampa mientras el oportunismo y los ataques politiqueros de Claudia López lo único que logran es fracturar la ya maltrecha relación con una Policía completamente desmoralizada y humillada.
De hecho, lo que le ha tocado vivir a la Policía en Bogotá durante los últimos 10 años es de no creer. Primero, tuvieron como Jefe a un exguerrillero que intentó tomarse el poder por las armas, llevándose por delante a la institución. Ahora, deben obedecer los lineamientos de una camaleónica política que pretende despojar a los uniformados del fuero penal militar, la única garantía procesal que aún les queda, y desarmar a la entidad, es decir, convertir a los policías en meros guías turísticos.
A raíz de su oportunismo nunca asume responsabilidades y se desvincula de la Policía cada vez que hay ataques contra la institución, aunque no vacila en vanagloriarse ante los medios cuando los uniformados logran resultados concretos contra la delincuencia. Gana con cara y gana con sello, nunca pierde. Una verdadera acomodada…
Mientras tanto, la situación de seguridad en Bogotá es crítica. No solamente el presupuesto que se le asignó a este sector en el Plan Plurianual de Inversiones es miserable, a tal punto que tan solo representa el 1.6% del total y es inferior en $500.000 millones al rubro de cultura y recreación, sino que la falta de liderazgo está sumiendo a la ciudad en un verdadero caos.
Hay tiroteos, atracos masivos, el sistema de transporte público se convirtió en el centro de operaciones del hampa y, paralelamente, Claudia López solamente se preocupa por atacar en medios a los miembros del Esmad que valerosamente cumplen con su deber.
La percepción de inseguridad ronda el 80%, la más alta en cinco años. El miedo se siente en las calles y la única respuesta de la Alcaldesa es defender las protestas que destruyen la infraestructura de la ciudad. Una lógica absurda…
Además, el Distrito no respeta el debido proceso ni respalda a sus funcionarios, solo lanza acusaciones temerarias sobre supuestos abusos de autoridad donde ni la Alcaldesa ni el Secretario de Seguridad asumen su participación. La fractura entre la Policía y el Palacio Liévano es evidente y la única perjudicada es la ciudadanía.
Por eso, es hora que el Presidente Duque como Comandante en Jefe de la Fuerza Pública asuma personalmente el manejo de la seguridad en Bogotá y se apropie de la situación. En materia de orden público los mandatarios territoriales son subordinados de la Casa de Nariño y ante la falta de compromiso del Distrito el Gobierno Nacional está llamado a intervenir con autoridad.
Por su parte, el Ministro de Defensa fue Concejal y precandidato a la Alcaldía de Bogotá. Conoce perfectamente las problemáticas de inseguridad que aquejan a la ciudad y tiene todas las aptitudes para reestablecer el orden en la capital siguiendo las directrices Presidenciales.
Solo de esta manera, con autoridad y sin vacilaciones, va a ser posible contrarrestar la oleada delincuencial que encontró en la débil administración López la mejor plataforma para amedrentar a los bogotanos.
Publicado: marzo 3 de 2021
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