Oportunamente advertida por el Dr. Fernando Vargas Quemba, la “patrasiada” de la JEP, discreta y sin difusión de la prensa fletada, mostró de nuevo la irresponsabilidad de ese émulo de Tribunal Revolucionario, diseñado por el Secretario del Partido comunista español. La Justicia Especial para la Paz, conjurada en Cuba y legalizada a punto de “mermelada” congresional y de magistrados veniales, nunca tendrá el nivel de legitimidad que requiere una corte para ser creíble y aceptada por la mayoría ciudadana.
El caso de los mal llamados “falsos positivos”, trae a la memoria el de la masacre de las bananeras de 1928, inflada artificiosamente por García Márquez porque, según sus palabras, “En un libro en el que las cosas se magnifican, como Cien años de soledad, necesitaba llenar un tren de cadáveres. (…) No me podía ceñir a la realidad histórica. No podía decir que hubo tres, o siete o diecisiete muertos. No habría llenado un vagón. Entonces decidí lo de los 3.000 porque se ajustaba a la dimensión del libro que estaba escribiendo……”. Entonces, 47 muertos, resultado del enfrentamiento de 300 soldados mal entrenados y mal equipados contra unos tres mil manifestantes, se convirtió en un caballo de batalla de miles de cadáveres, con el cual la izquierdopatía estigmatiza al Ejército. (1)
El sortilegio de las palabras del Nobel, es utilizada por una corriente de intelectualoides poseedores, dicen, de la mejor capacidad para reconstruir la historia, conveniente a sus intereses políticos. Y la mayoría de jóvenes, alienados por redes sociales, castrados de curiosidad investigativa, caen en la fantasía garciamarquiana incorporando a su pobre acervo argumental, el tal cuento de la masacre de las bananeras.
La JEP, siguiendo ese ejemplo fantasioso, con el auto 033 del 17 de febrero, triplicó por arte de birlibirloque, sin ningún fundamento investigativo, una nueva escandalosa cifra de “falsos positivos”. La prensa enemiga de la institución, por supuesto, durante varios días machacó las cifras; noticieros de televisión las ilustraron con descarnadas confesiones, impactantes imágenes, llantos de víctimas y toda la panoplia de argucias periodísticas usadas cuando se trata de atacar o defender una causa. Una semana después, ante los serios cuestionamientos procedentes de todas partes, la jep, con el auto 040 del 03 de marzo, discretamente corrigió algunos “errores de digitación”, con cambios tan significativos como el de la Brigada 16 que de supuestas 7.279 muertes pasó a 275 y el Casanare que de 7.270 víctimas pasó a 270, entre otros. Claro que cualquier ejecución extrajudicial ocurrida en el marco de la violencia narcoterrorista, es execrable e inaceptable. Los militares confesos y condenados, han demostrado su remordimiento y están pagando sus penas. Caso diferente al de los narcoterroristas farianos, cuyos cabecillas cínicamente se auto exculpan de responsabilidad individual, imputan al conflicto y sonríen triunfantes ante sus jueces compañeros de lucha.
Estas acciones jurídicas de la JEP, que caen en la mayor incredulidad y escepticismo de la opinión pública nacional, serán confirmadas por la Comisión de la Verdad, otro artificio político de cuño cubano, que establecerá la verdad histórica de la izquierda continental según la cual, los militares colombianos fueron los victimarios y los narcoterroristas de las farc, los salvadores de un pueblo que vivía en dictadura.
Llama la atención cierto olorcillo similar entre lo de 1928 y lo de hoy, pues según lo relata Raúl Eduardo Mahecha, uno de los fundadores del Partido Revolucionario Socialista, miembro de la Internacional Comunista, que lideró la huelga que nos ocupa, una asamblea nacional del PSR en julio de ese mismo año, había aprobado una insurrección general a partir de la protesta bananera en Colombia, coordinada simultáneamente con un levantamiento contra el Presidente Juan Vicente Gómez, alzamiento promovido por varias organizaciones políticas venezolanas, la Unión Patriótica entre otras. Los carteles de las narcofarc y narcoeln, ahora desde Venezuela, buscan desestabilizar a Colombia con la ayuda de agentes extranjeros, como en aquel entonces.
El hombre de Aracataca, amiguísimo de Castro, en su obra cimera de 1967, convirtió la masacre de las bananeras en un mito argumental, como en su momento lo fue otro texto muy citado por los posudos izquierdistas,” Las venas abiertas de América Latina”, de Eduardo Galeano (1971). Otra falacia. El escritor uruguayo confesó en 2014 que “No sería capaz de leerlo de nuevo (su libro). Caería desmayado… (…) …. intentó ser una obra de economía política, solo que yo no tenía la formación necesaria” (2)
“Realismo mágico”, como la estrafalaria realidad venezolana en donde el país mas petrolero de la región se hunde en la peor hiperinflación del mundo, en hambre, inseguridad y represión, mientras la pandilla en el poder se inventó un “Ministerio de la Suprema felicidad social del pueblo” que duró lo que durará el nuevo billete de millón de bolívares. “Gracias a Dios existe…” (el dólar) exclamó el recontra antimperialista y rocambolesco Maduro, mientras intentaba explicar cómo ponerse un tapabocas en la pantorrilla.
(1) Posada Carbó, E. (1998). La novela como historia: Cien años de soledad y las bananeras. Boletín Cultural Y Bibliográfico, 35(48), 3-19. Recuperado a partir de https://publicaciones.banrepcultural.org/index.php/boletin_cultural/article/view/1569
(2) “No volvería a leer ‘Las venas abiertas de América Latina”, EL PAIS, MARINA ROSSI, São Paulo 4 MAY 2014 – 20:37 EDT, https://elpais.com/cultura/2014/05/05/actualidad/1399248604_150153.html
Publicado: marzo 11 de 2021
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