Cero y van dos. En menos de un mes, el cuestionado embajador-espía de Cuba en Colombia, el señor José Luis Ponce Caraballo vuelve a estar en el ojo del huracán.
Hace unos días, quedaron en evidencia sus actividades ilegales de inteligencia y espionaje en nuestro país, hecho que hasta el momento no ha tenido ningún tipo de consecuencia diplomática.
Ponce Caraballo, ha vuelto a llamar la atención por cuenta de un informe que hizo público en el sentido de que el cabecilla del ELN, alias Pablito estaría fraguando la ejecución de acciones terroristas en Bogotá.
Cuba se ha convertido en el refugio de los líderes del ELN quienes desde la comodidad de La Habana planifican y ordenan la muerte de colombianos a través de la detonación de artefactos explosivos, como el de la escuela de cadetes de la Policía Nacional hace poco más de dos años.
El espía Ponce Caraballo emitió una comunicación en la que indicó que “nuestra embajada en Colombia recibió una información cuya verosimilitud no podemos evaluar, acerca de un supuesto ataque militar por parte del frente oriental de guerra del ELN para los próximos días en Bogotá”.
Resulta perfectamente reprochable que el embajador de Cuba, cuya expulsión de Colombia es necesaria y urgente, se preste para sembrar terror psicológico en el pueblo colombiano al servir como cadena de transmisión de las amenazas del grupo al que su país protege y, muy seguramente, patrocina.
Cuba no es un país amigo de Colombia y el embajador Ponce hace mucho tiempo violó las normas internacionales que regulan las relaciones diplomáticas entre los países.
Alias Pablito, quien según el vocero del ELN -el embajador cubano- es la persona que estaría organizando las acciones terroristas en Bogotá, es un viejo miembro de la guerrilla. Desde hace muchos años es considerado un objetivo de alto valor. Durante el gobierno del presidente Uribe, ese delincuente fue capturado en el marco de un sofisticado operativo de la Fuerza Pública.
Dada su peligrosidad, fue enviado a la cárcel de máxima seguridad de Cómbita, donde se esperaba pasara el resto de sus días cumpliendo las sentencias condenatorias que ya había en su contra y las que habrían de venir.
En octubre de 2009, apareció una solicitud insólita: un juez de Arauca – donde delinquía Pablito– pidió que el terrorista fuera enviado a ese departamento para atender unas diligencias judiciales.
Fue una verdadera emboscada. Los dos guardianes del INPEC que acompañaban al guerrillero fueron brutalmente asesinados. Pablito emprendió la fuga, cruzó la frontera y se refugió en Venezuela, con la protección del entonces dictador Hugo Chávez.
Ese terrorista es, de lejos el criminal más importante y poderoso del ELN. Los demás miembros del comando central son ancianos que se esconden bajo las enaguas del régimen castrista de Cuba. Mientras Gabino, Antonio García y Pablo Beltrán envejecen y se desconectan de las estructuras de la guerrilla que ellos comandan -en el papel-, el delincuente Pablito ha consolidado un poder inmenso, controlando la producción de estupefacientes, expandiendo su estructura armada y fortaleciendo su capacidad de daño.
¿Por qué la embajada cubana se presta para revelar la carta que tanta indignación ha causado? Una hipótesis plausible es que los terroristas del ELN refugiados en Cuba hayan perdido el control sobre Pablito y hayan decidido aventarlo ante las autoridades colombianas, acudiendo al gobierno cubano para que sea, por medio de su embajada en Bogotá, el que haga la tarea de delación con el propósito de que la fuerza pública arrecie las operaciones en contra de ese bandido.
Al margen de la causa que haya motivado al espía disfrazado de embajador, lo cierto es que la continuidad en Colombia de José Luis Ponce Caraballo es inadecuada. Nuestra cancillería debe proceder y resolver cuanto antes esa situación.
Publicado: febrero 10 de 2021
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