Tarde o temprano tenía que empezar a decaer el índice de aceptación de la polémica alcaldesa de Bogotá, Claudia Nayibe López.
Después de un año al frente de los destinos de la ciudad, los capitalinos han descubierto que la mandataria ejerce de manera improvisada, dando tumbos, siempre buscando la atención de los medios de comunicación.
La ordinariez, los insultos y las vulgaridades fueron eficaces ante unos cuantos periodistas que se han encargado de aplaudirla y de brindarle espacios para que, a través de sus micrófonos, la señora López descargue toda su ira contra la clase política. Un espectáculo lamentable.
Es justo reconocer que ningún gobernante estaba preparado para hacerle frente a la tragedia generada por el coronavirus, pero ello no es licencia, ni mucho menos, para hacer lo que se le ha visto a la alcaldesa de Bogotá quien, a falta de una estrategia y de una metodología de trabajo se ha dedicado, desde el día uno, a politizar la pandemia, tratando de obtener réditos y protagonismo, no por su gestión sino por sus gritos e improperios.
Si algo debe aplaudírsele al ministro de Salud, Fernando Ruiz, es la serenidad y profesionalismo que le ha dado al manejo de la pandemia y a la planificación que ha hecho con su equipo para hacer una distribución acertada de las vacunas que están empezando a llegar a Colombia.
La alcaldesa sabe que la logística para el manejo de las vacunas no es un asunto menor. Además de mantener las exigentes cadenas de congelamiento, es menester garantizar que las mismas lleguen a las personas que integran la fase que actualmente está siendo inoculada.
En el mundo entero se están presentando dificultades con la vacunación. La baja disponibilidad de dosis, los problemas para los despachos, la saturación en la producción de los laboratorios y la crisis por la demanda de un bien evidentemente escaso han generado una perfecta odisea.
Los verdaderos estadistas, son aquellos que enfocan sus esfuerzos en la identificación de soluciones a los problemas sociales. Nayibe ha sido una mujer inferior, enfocada en asuntos intrascendentes que delatan su pequeñez moral y su baja catadura.
Va a cumplirse el primer año de la pandemia. La alcaldesa ha desaprovechado todos estos meses. Por estar enfocándose en cuestiones intrascendentes, ha dejado a los bogotanos a la deriva.
Las cifras de contagios en la capital de la República son espeluznantes. Es claro que la mayor parte de la culpa recae sobre virus, pero ello no exime, ni mucho menos, a la alcaldesa que le ha dado un pésimo manejo a la situación. En lo único que se le ha visto un mínimo de coherencia, ha sido en el desconocimiento de los lineamientos. Cuando los bogotanos estaban confinados, ella se fue de paseo por los cerros orientales de la mano de su pareja sentimental con quien también resolvió ir a hacer compras a un supermercado.
Y recientemente, cuando se experimentaba un angustiante pico de contagios en Bogotá, Nayibe, en vez de hacerle frente a la situación, abordó un avión hacia Costa Rica. Los bogotanos muriendo y su alcaldesa de veraneo.
Claudia López está en un juego desleal, tramposo e irresponsable. Hace bien el señor ministro de Salud al responder sus sistemáticas salidas en falso con contundencia, pero con altura. Ella -Claudia Nayibe-, mientras tanto, sigue reaccionando con ese estilo barriobajero que tanto irrita a una opinión pública que, en buena hora, ha empezado de reconocer que su gestión al frente de los destinos de Bogotá es calamitosa.
Publicado: febrero 26 de 2021
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