Como ciudadano demócrata y respetuoso de las instituciones republicanas, prefiero ser reiterativo en mi opinión sobre Venezuela, que cómplice silente del régimen espurio de Nicolás Maduro y sus secuaces.
La historia será implacable con el Narcosocialismo del Siglo XXI y con el sanguinario y fallido Comunismo del Siglo XX. Las tropelías y delitos de los desvencijados y moribundos regímenes dictatoriales de Cuba y Venezuela, superan la más despreciable perversidad.
Las democracias latinoamericanas deben desconocer y repudiar sin vacilaciones la permanencia en el poder del torpe y fanfarrón Nicolás Maduro, así como la del sucesor del régimen de terror impuesto por los Hermanos Castro.
La desvergonzada burocracia venezolana, los militares sobornados y los putrefactos contratistas del régimen, que, como padrinos mafiosos y buitres y gusanos hambrientos desecan las arruinadas arcas venezolanas, son los verdaderos responsables de la permanencia del dictadorzuelo y su banda.
Según fuentes neutrales y observatorios internacionales confiables, Venezuela inicia el año 2021 en las condiciones propias de una dictadura africada de los años 60. La situación económica y social es dramática, y día a día empeora. El desabastecimiento, la hiperinflación, la tramposa distorsión cambiaria, el desplome de su plataforma productiva, el empobrecimiento de sus reservas internacionales sumado al galopante déficit fiscal que afronta, hacen de Venezuela una nación inviable.
A lo anterior se suma, los graves problemas de gobernabilidad, el monopolio del poder, la resignación de una oposición pusilánime y fragmentada y la desesperanza que padece su población que se explica con la migración de cientos de miles de venezolanos y extranjeros a otros países, entre ellos Colombia.
Tras la muerte de Chávez, Venezuela tuvo la oportunidad de rectificar su destino, pero la pasión pudo más que la razón. Los venezolanos siguieron embriagados bajo los efectos del populismo, y el facilismo, fruto de la abundancia y propio de la falta de educación los consumió.
La riqueza del petróleo pudo haber hecho de Venezuela una de las naciones más educadas y desarrolladas del mundo, sin embargo, hoy, bajo el régimen totalitario de Nicolás Maduro, es una de las más caóticas y anárquicas. Es claro qué en Venezuela, como en casi toda América Latina, la pasión vence a la razón y la ciencia pierde con la ideología.
Llegó el momento para que el pueblo venezolano se una, y trate de revertir su camino al pasado y reorientarlo al futuro. El populismo regresivo y retardatario castrochavista, solo ha sido bueno para entronizar la corrupción, concentrar la riqueza, masificar la pobreza, estimular la violencia y crear frustración, anarquía y caos. Basta ver la miseria y la agonía que vive Cuba para advertir el futuro que le espera a Venezuela de no reaccionar ahora.
Las democracias occidentales no pueden seguir siendo indolentes ante semejante desvarío, y deben desconocer y condenar la fraudulenta permanencia del régimen de Maduro, así como su mesiánica pretensión de querer perpetuarse en el poder. Ya es tiempo que se desplome el NarcoSocialismo del Siglo XXI y el criminal Comunismo del Siglo XX.
Asquea que los cínicos y desvergonzados, Rodríguez Zapatero, Juan Manuel Santos, Ernesto Samper Pizano, Gustavo Petro y las NarcoFarc, que han sido corifeos y espadachines de la narcodictadura venezolana, ahora traten de tomar distancia de Maduro.
Estados Unidos, la Unión Europea y las naciones democráticas están en mora de retirar las visas y prohibir el ingreso a sus territorios a Maduro y sus secuaces, y en especial, a los contratistas del régimen que orondos y descarados se lucran de las angustias de un pueblo embriagado por la pasión, pero ahora, desengañado con el rotundo fracaso populismo comunista.
Ya es tiempo de declarar en el mundo occidental a Maduro y sus alcahuetes como personas non gratas, y que la Corte Penal Internacional los enjuicie y condene de manera ejemplar.
Que no se olvide, que el populismo comunista siembra ilusiones y esperanzas, pero solo coseche violencia, miseria y caos.
Publicado: enero 11 de 2020
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*Rafael Rodríguez-Jaraba. Abogado Esp. Mg. Litigante. Consultor Jurídico. Asesor Corporativo. Conjuez. Árbitro en Derecho. Profesor Universitario. Miembro de la Academia Colombiana de Jurisprudencia.
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