El gobierno del presidente Duque se equivocó gravemente o lo hicieron equivocar. Sus funcionarios se quedaron pensando en los pajaritos preñados del multilateralismo, o sea en la tal plataforma Covax que supuestamente nos iba a proveer ágilmente la vacuna anticovid, mientras muchos otros países sacaron la billetera y compraron sin dilaciones el fármaco.
Para no hablar del primer mundo, ya varios de nuestros vecinos están vacunando, incluso algunos desde Navidad: México, Chile, Costa Rica, Argentina, Brasil, Ecuador y Panamá, en tanto que nuestro atribulado país solo vería el ansiado remedio en marzo, según reciente anuncio de la directora de la Organización Panamericana de la Salud, Carissa Etienne, a pesar de que el gobierno insiste en que será en febrero, aunque sin precisar la fecha. Habría que ser muy optimistas para creer que sea a principios de mes.
Obviamente, este fracaso de la administración Duque se está volviendo caballito de batalla de la oposición. La vacuna es la única esperanza que tiene la humanidad para evitar más muertes y poder recuperar las economías impidiendo que se dispare la pobreza. Y como sus efectos positivos solo se verán en la medida en que la vacunación avance, tras superar tremendos problemas de distribución y logística, será difícil que este mismo año se alcance una recuperación al menos considerable.
Tal como se había previsto, las fiestas de fin de año agravaron la situación: saltamos de un promedio de 150 fallecidos diarios, a inicios de diciembre, a casi 400 hoy. Las UCI colapsaron, el personal de la salud no da más, las medicinas para cuidados intensivos están agotadas, el Invima frustró los proyectos de ventiladores nacionales y la economía tiende a empeorar. Como en el teatro griego, esto solo lo salva un ‘Deus ex machina’, y se llama «vacuna», pero aun no lo vemos llegar.
Al parecer, en el alto gobierno no se entendió la urgencia de la vacuna, y ese solo hecho podría dejarle el país servido en bandeja de plata a la oposición. Si Petro aun no se ve bailar de contento puede ser por el alto porcentaje de compatriotas que no se querrían vacunar, que son alrededor del 44% según estudios del Dane. Luego, si no quieren, no hay motivo para que a estos —casi la mitad de la población— les importe la tardanza del gobierno de Duque para obtener el suero y empezar la inmunización.
Es más, para los renuentes, mientras más se demore, mejor; pues si bien se ha insistido en que la vacuna no es obligatoria, crecen las voces en el sentido de que debería serlo o, cuando menos, de que debería convertirse en requisito para cosas como trabajar o contratar con el Estado, ser beneficiario de subsidios, obtener descuentos en matrículas, recibir mercados gratuitos y cosas por el estilo. Sí, nadie estaría obligado a vacunarse, pero ¿usted quiere matrícula cero? Entonces, a chuzarse, señor…
De lo contrario, será muy difícil alcanzar la inmunidad de rebaño que algunos expertos ubican hasta en el 80 u 85% de la población. La otra alternativa sería expedir un pasaporte y que los no vacunados no puedan salir a la calle para no poner en riesgo la salud de los demás. Eso suena estupendamente draconiano, pero aquí no hay manera de hacer cumplir algo así. En Colombia todo se queda en anuncios y ni siquiera hay forma de obligar a que paguen las multas esos que han sido pillados sin tapabocas o violando el toque de queda sin justificación. Este no es un país serio, ni siquiera para comprar unas vacunas.
Y, para colmo, no van a permitir que los privados las adquieran cuando las farmacéuticas las vendan abiertamente. A los ricos les quedará la alternativa de ir a Miami y hacerse vacunar allá, mientras el resto mira con rabia la indolencia de un gobierno que se equivocó en lo único en lo que no se podía equivocar.
Publicado: enero 26 de 2021
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