Según la Real Academia Española, pusilánime es el adjetivo que se les da a las personas incapaces de afrontar situaciones comprometedoras.
Pareciera hecho a la medida para el temperamento taimado y falso del ahora exprocurador Fernando Carrillo quien ejerció durante 4 años pensando en su futuro político -si es que alguna proyección puede tener ese individuo- y no en cumplir con las funciones inherentes al cargo que desempeñó.
Durante la posesión de la procuradora Cabello, el presidente Duque se encargó de enviarle mensajes claros a Carrillo. Sin mencionarlo, exaltó a la nueva encargada del ministerio público diciéndole que “usted marca diferencias. Usted llega a este cargo no para emplearlo como trampolín electoral o como espacio para buscar, sencillamente, el consentimiento de los reflectores. Usted llega al cargo por una trayectoria judicial, de ser una mujer que ha construido, peldaño a peldaño y con méritos, la función pública…”.
Para nadie es un secreto que Carrillo Flores fue un perfecto fantoche que se encargó de buscar titulares de prensa a través de decisiones cargadas de espectacularidad.
Era curioso que cuando cierta emisora matutina destapaba algún escándalo, la procuraduría de Carrillo, ávida de satisfacer el ego de los periodistas, reaccionaba anunciando investigaciones y procesos disciplinarios.
Puras baladronadas de un sujeto sin criterio ni carácter, dispuesto a satisfacer a quien sea en aras de alcanzar un mínimo de protagonismo.
¿Dónde quedaron las investigaciones contra los magistrados y funcionarios de la JEP involucrados en faltas evidentemente disciplinarias? ¿Cuál fue el papel de la Procuraduría en la investigación por el escándalo de Odebrecht? La respuesta a esos interrogantes salta a la vista. Carrillo fue un procurador de papel. Un hombre que tomaba sus decisiones pensando en hacer equilibrios. Sus intervenciones y pronunciamientos frente a asuntos trascendentales, siempre estuvieron precedidas de cálculos vanidosos y viciados por su sed de poder político.
Otro aspecto que debe ser investigado es el que tiene que ver con la repartija burocrática en el ministerio público. No deja de ser preocupante que, a pocas horas de salir de la procuraduría, Carrillo haya regado ríos de tinta firmando nombramientos en un claro precalentamiento de una posible candidatura el año entrante.
No hay mal que dure 100 años ni cuerpo que lo resista. Así como en su momento la fiscalía general estuvo en manos de un dúo de corruptos -Montealegre y Perdomo-, la procuraduría cayó en las de un pusilánime que, en caso de que resuelva lanzarse, debe ser duramente castigado en las urnas.
Publicado: enero 17 de 2020
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