Vergüenza debería darle al Consejo Nacional Electoral, el manejo que dio a la Audiencia Pública realizada el lunes, como trámite del proceso de revocatoria del mandato del alcalde Daniel Quintero.
Cambiar reglas sin previo aviso a los participantes después de estar inscritos e instruidos en tiempo y modo para su participación, no se ajusta a la función del ente que debe velar por la “transparencia y eficacia en la regulación, inspección vigilancia y control en las entidades electorales”, y se presta para suspicacias cuando el único favorecido con las modificaciones de última hora fue el Alcalde.
Otro tanto podría decir sobre la intervención del Alcalde quien, a pesar de hacer una presentación bien asistida por ayudas audiovisuales, mostró un Plan de Gobierno estilo campaña, que poco corresponde a la realidad y que supuestamente ha cumplido con rigor.
Esa ciudad que encontró prácticamente devastada, como lo denuncia en medios y redes sociales, carcomida por la corrupción y la politiquería, al servicio de un grupo empresarial que la ha estado desangrado. Una ciudad sumida en una “crisis profunda”.
El alcalde parecía un mago sacando fantasías de un sobrero: arreglamos esto, enderezamos aquello, limpiamos aquí, construimos allí. Ahora tenemos la “Ecociudad”, terminaremos el “Valle del Software”, remodelaremos aquello… Además, no tuvo empacho alguno al apropiarse éxitos de otras administraciones para exhibirlos como propios, y, naturalmente, no faltó la socorrida historia lastimera del niño pobre y huérfano que aguantó hambre y penurias. Esa novela que explota con primor, con la que ha conseguido arrancar lágrimas a curtidos personajes de los medios, y le ha servido para llegar, según parece, donde está.
¿Cuál es esa ciudad que está salvando el señor Quintero? ¿No será Medellín, la ciudad pujante que ponen de modelo en Latinoamérica? ¿La que ha ideado programas para su niñez como Buen Comienzo que hoy por sus bondades premian y replican en otros países? ¿La que tiene unas Empresas Públicas de servicios esenciales con un cubrimiento prácticamente del cien por ciento de su población? ¿La única del país con servicio de transporte masivo moderno (metro, tranvía eléctrico y teleféricos)?
Nadie va a decir que aquí no había problemas, obviamente los hay y los habrá. Pero, Medellín es una ciudad que funciona bien, que progresa. Que después de superar épocas aciagas, encontró un modelo de gestión exitoso para el desarrollo social y económico de la ciudad: el trabajo mancomunado entre empresa privada, empresa pública y academia. Que ha tenido por costumbre que quien llega a administrarla, independientemente de su filiación política, continúa y optimiza lo que funciona, construye sobre lo construido. Se ha respetado el ciudadano y la institución.
Jamás en su historia Medellín había tenido un alcalde como Quintero, el más malo de los últimos 28 años (según Invamer), un advenedizo que llegó a descalificar cuanto veía a su paso, a dividir el pueblo con un discurso de lucha de clases, a ultrajar la institucionalidad y la tradición. Pero, está equivocado si cree que nos vamos a dejar arrebatar la ciudad que ya advirtió que no nos pertenece.
Aquí sabemos trabajar en equipo, defender lo que tanto nos ha costado y tanto queremos.
Este daño lo arreglamos con Pinturita… ¡afuera!
Publicado: enero 30 de 2021
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