Cuba, su estructurado aparato de espionaje y sus vínculos con Venezuela y las Farc-Eln representan una amenaza real para la seguridad de Colombia. El País no tiene por qué mantener una relación bilateral que no le representa mayor cosa en términos económicos, pero que sí puede dar pie a serias afectaciones institucionales y de orden público.
En primer lugar, el hecho que las Farc desde un comienzo le hayan exigido al Gobierno Santos que las negociaciones se debían adelantar en La Habana, lo único que confirma es la cercanía de ese grupo terrorista con el régimen castrista. Allá jugaron de local, con todas las condiciones a su favor para dilatar el proceso, controlar a la distancia las operaciones de narcotráfico y evadir las múltiples ordenes de captura de las autoridades colombianas.
En segundo lugar, la renombrada posición de “garante” de Cuba en las conversaciones le representó dos beneficios directos. Por un lado, la isla buscó limpiar su imagen ante la comunidad internacional, legitimándose como un actor cuyo único interés es la consecución de la paz regional. Discurso reforzado que solo cabe en la mente de los más ingenuos.
Por otro lado, durante cinco años la administración Santos fue una minita de oro para el régimen. Gastos de alojamiento, alimentación, transporte, etc. Miles de millones provenientes de los contribuyentes colombianos terminaron en los bolsillos de la dictadura cubana sin que al respecto haya existido mayor auditoría.
En tercer lugar, hace dos años el Eln asesinó cobardemente a los 22 cadetes de la Policía Nacional y desde ese entonces la cúpula de esa organización terrorista se ha refugiado en Cuba sin que el régimen haya procedido a capturarlos y extraditarlos. No, no es porque la isla sea una ferviente defensora de los protocolos firmados entre la administración anterior y esa organización, sino por una sencilla razón: no van a entregar en bandeja de plata a sus aliados.
Siendo esto así, la gran pregunta es: ¿qué provecho obtiene Colombia de mantener las relaciones con Cuba?
Absolutamente ninguno. En materia comercial las relaciones bilaterales no representan mayor cosa. Por ejemplo, durante 2019 el monto de las exportaciones de Colombia a Cuba ascendió a $129.885 millones, lo cual apenas representa el 0.1% del total. Además, la inversión extranjera directa proveniente de ese País es inexistente y el flujo de viajeros entre ambas naciones beneficia a la isla en una relación de 3 a 1, dado que mientras en 2018 9.585 cubanos llegaron a Colombia, 27.146 colombianos aterrizaron en La Habana.
Sin embargo, el peligro que corre Colombia sí es muy grande. Nadie sabe qué tipo de operaciones se estén planeando entre Cuba y Venezuela y la forma en que estos países pretendan intervenir en las elecciones del 2022. Lo cierto, es que el País no tiene por qué asumir estos riesgos innecesarios.
El Gobierno Nacional está llamado a actuar de forma contundente al respecto y reconsiderar una relación diplomática que poco o nada le sirve al País. Cuba históricamente ha sido un patrocinador del terrorismo y Colombia, que tanto ha sufrido los estragos de ese accionar, debería cortar los lazos con una dictadura que lo promueve con infiltraciones y adoctrinamientos.
Publicado: enero 20 de 2021
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