Contrario a lo que quisiéramos, cada día que transcurre la situación sanitaria, social y económica del país empeora. Al momento de escribir mi última columna del año, los fallecidos en el mundo ya son más de un 1´680.000 y en Colombia cerca de 40.000, y lo peor, es que aún no se advierte que esté cercano el punto de inflexión de la curva de contagio y en consecuencia de muerte.
Colombia ocupa el puesto 11 en la lista de países más afectados a pesar del tiempo que tuvimos para prevenir el virus o al menos para atenuar sus estragos, empero, las decisiones anticipadas y acertadas del Gobierno Nacional.
La torpeza de algunos alcaldes, la indisciplina de unos y la necesidad apremiante de otros de obtener ingresos para sobrevivir, poco han contribuido a detener el aumento de la propagación de la epidemia.
Al culminar el año y en medio de la emergencia sanitaria que nos agobia, debemos evaluar desempeños, logros y frustraciones; también, reflexionar sobre los obstáculos que nos distancian de un mañana mejor. Si bien hemos avanzado, seguimos estacionados en el subdesarrollo; no por carencia de recursos y tecnología, sino por facilismo, conformismo, corrupción e ineficacia de la educación.
Ojalá que en el 2021 avancemos unidos en la construcción de una patria mejor; lograrlo, es cuestión de decisión. Entre tanto, seguimos sin entender, qué por encima de los intereses individuales, económicos e ideológicos, están los intereses superiores de la nación.
Necesitamos construir una unidad nacional fuerte, diversa y pluralista; monolítica y solidaria, que nos integre en una fraternidad inquebrantable, y no tan solo en el duelo o la alegría. Ser colombiano debe ser la vivencia permanente de un ideario común de valores que debemos definir.
Seguimos sin comprender que el cumplimento de la ley garantiza el orden y la libertad, que toda acción debe subyugarse a ella y que el anhelo de paz no nos debe llevar a su quebrantamiento. Algunos olvidan, que la paz es el resultado del respeto, el orden y la justicia, y no de la impunidad.
Seguimos sin entender que la educación es la cimiente del progreso y que en ella debe primar la formación sobre la información. Requerimos de maestros formadores y nos sobran profesores informadores.
Necesitamos que la educación siembre virtud en mentes y corazones, y en ellas plante la semilla del emprendimiento y la superación.
Seguimos indiferentes ante al aumento desbordado de la población más vulnerable, ignorando, que mientras sigan naciendo colombianos sin posibilidades ciertas de progreso, no cesarán la pobreza y la violencia. Necesitamos una política educativa capaz de persuadir una planificación familiar responsable.
Nos mantenemos afectos a la prebenda, a la componenda, al privilegio y al favor indebido. Propiciamos o toleramos la corrupción de funcionarios públicos que venden la dignidad, expolian la economía y socavan la confianza. Necesitamos derrotar esta pandemia nacional que nos envilece.
Seguimos sin entender que progreso, es el aumento y nivelación de la capacidad de compra de la población y que las reformas sectoriales privilegian a pocos, perjudican a todos, concentran la riqueza y masifican la pobreza.
Necesitamos un nuevo modelo económico que estimule el empleo, promueva el crecimiento de la demanda, destierre los abusos del sistema financiero, democratice el crédito y haga justa la redistribución del ingreso.
Necesitamos de una nueva clase política, pulcra, capaz y poseedora de ciencia, virtud y sabiduría, que sea ejemplo y logre redimir la confianza perdida. Necesitamos que la política abandone la improvisación y acoja la planeación prospectiva, y que la justicia recupere su dignidad, respeto y majestad.
Para soñar una patria mejor debemos modificar el presente. Ojalá que la esperanza que trae el nuevo año nos inspire y nos permita reconocer, que lo mejor que hemos hecho aún está por hacer.
Federico de Amberes dijo: “A ninguna nación le falta capacidad para progresar, lo que a muchas les falta es decisión para hacerlo”.
Luego agregó, “No hay mayor debilidad humana, y causa de violencia, corrupción y pobreza, que la falta de educación”.
P.D. Feliz año para mis pacientes lectores. Para el nuevo año les prometo mejor análisis, mayor profundidad y buena letra para que me entiendan.
Publicado: diciembre 21 de 2020
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*Rafael Rodríguez-Jaraba. Abogado Esp. Mg. Litigante. Consultor Jurídico. Asesor Corporativo. Conjuez. Árbitro en Derecho. Profesor Universitario. Miembro de la Academia Colombiana de Jurisprudencia.
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