Las Organizaciones No Gubernamentales (ONGs) surgieron en la vida jurídica del país con la finalidad de coadyuvar con el Estado en el diseño, gestión y ejecución de proyectos y programas tendientes a buscar el bien colectivo, sin pretender obtener para sus promotores o gestores ninguna clase de rentabilidad con las ayudas económicas que pudiesen obtener.
Si bien es cierto, su objetivo fundamental con que nacieron era noble y altruista, con el transcurrir del tiempo muchas de las ONGs se convirtieron en el mecanismo más idóneo y fácil para que los recursos que se captaban del gobierno nacional e internacional, se desviaran y se destinaran a cosas totalmente distintas a sus propósitos de llegar a coadyuvar en la solución acertada de las necesidades de la población o comunidades más marginadas en las cuales decían tener su radio de acción.
Precisamente, fue la clase política la que vio en esa clase de organizaciones la oportunidad de poder conseguir, en su momento, que la mayoría de los llamados auxilios parlamentarios y demás apoyos financieros del orden nacional, departamental o municipal se quedaran en fundaciones que los políticos se dieron a la tarea de crear en distintas modalidades a través de terceros o de testaferros.
Salvo algunas excepciones, las ONGs sirvieron para financiar campañas políticas en épocas de elecciones, enriquecer a sus fundadores o permitirles vivir holgadamente con los dineros que conseguían de cualquier manera, sin que les importara demasiado el bienestar de la gente a quien decían querer ayudar a mejorar su calidad de vida.
Así mismo, se convirtieron en una plataforma para que quienes hacían parte de ellas pudiesen obtener algún puesto burocrático. Pues, cada vez que se presentaba un proceso electoral eran los primeros en ir a ofrecer a los candidatos, sin consentimiento, los votos de la población a quien supuestamente decían servir; dándose, por ende, una manipulación política.
Fue así como se constituyeron una inmensa cantidad de ONGs de papel y de beneficio propio, máxime cuando hasta hace algunos años no tenían que rendir cuentas a nadie, lo cual las llevó a su desprestigio y falta de credibilidad.
Ahora por lo menos deben rendir informes de sus movimientos financieros ante la DIAN para así por lo menos llegar a establecer de dónde es que captan recursos y en que es que los destinan porque dado el alto grado de corrupción que aqueja al país, las ONGs también vienen siendo utilizadas para que el robo de los recursos públicos y el lavado de activos proveniente del dinero del narcotráfico pase, en cierta medida, desapercibido.
En Colombia en la actualidad se cuenta con ONgs de todos los pelambres y para todos los gustos. Todas tienen un objetivo común: trabajar por las poblaciones vulnerables y víctimas de la violencia.
Y así como van las cosas en materia de inseguridad no se nos haga raro que las bandas y grupos de delincuentes que hoy mantienen a la gente del país sumida en un constante estado de zozobra, les de por “legalizarse” bajo el disfraz de las fundaciones y bajo el amparo de un Acuerdo de Paz que sólo existe en el papel y en todos aquellos que lo gestaron con toda clase de mentiras.
Si bien por ordenamiento legal las ONgs tienen que registrar su constitución ante las Cámaras de Comercio, las alcaldías municipales y rendir informes ante la DIAN, no existe, por lo menos una autoridad que ejerza sobre ellas un verdadero y auténtico control para saber a ciencia cierta en qué es que andan y qué es lo que hacen.
Así las cosas, hoy por hoy las famosas ONGs no son más que unas ruedas sueltas.
Publicado: diciembre 2 de 2020
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