Quedé sorprendida cuando conocí un proyecto de ley en cuyo encabezado se lee que tiene el objeto de “regular el derecho fundamental a morir con dignidad, a través de la eutanasia…”. Pero mi sorpresa se transformó en indignación cuando fui enterada de que el proyecto fue diseñado y presentado por el ministerio de Salud, entidad que está en cabeza de Fernando Ruiz.
Desde siempre, me he declarado ‘provida’, lo que significa que estoy en contra de cualquier interferencia humana en procura de la muerte de uno de nuestros congéneres. Desde el instante mismo de la concepción, hasta el último momento de la existencia, debe garantizarse -ese sí- el derecho fundamental a la vida.
Me parece absolutamente reprochable la narrativa que ha venido incorporándose para efectos de entronizar a la eutanasia como un “derecho fundamental”. Nuestra constitución, que aún no ha sido derogada por los promotores de la muerte, es clara al indicar en el artículo 11 que “el derecho a la vida es inviolable. No habrá pena de muerte”.
Rechazo y desde ahora anuncio mi total oposición al proyecto presentado por el ministro Ruiz a quien alguien debería refrescarle la memoria para que tenga presente que él hace parte de un gobierno elegido esencialmente por el Centro Democrático, partido que doctrinariamente se opone a cualquier práctica que contraríe el artículo 11 superior.
El proyecto del ministro Ruiz tiene 35 artículos y fue presentado para supuestamente cumplir una orden impartida por la corte Constitucional.
Más allá de las razones por las que el funcionario presentó el proyecto, me parecen lamentables algunas de las consideraciones que incluyó en la exposición de motivos un argumento a todas luces inaceptable: “Es necesario reglamentar la materia [eutanasia] a partir del reconocimiento de que indistintamente al individuo o la sociedad, hay personas concretas que en situaciones determinadas que prefieren morir a seguir viviendo en condiciones de sufrimiento y sin esperanza alguna de recuperación…”.
Aquel planteamiento es perfectamente rebatible en lo que se refiere a lo de la “esperanza de recuperación”. Hoy, gracias a los avances de la medicina hay pacientes con niveles aceptables de recuperación frente a enfermedades que hace pocos años eran prácticamente incurables. El Sida es un ejemplo de ello.
No viene al caso entrar en los detalles del articulado, que incorpora una colección de trámites y comités, como si se tratara de la expedición de una licencia comercial. Insisto: ese proyecto de ley debe ser implacablemente rechazado y, en consecuencia, hundido en el Congreso de la República.
Con ello, los legisladores, que somos los representantes del pueblo, le estaremos enviando un mensaje contundente tanto a la corte constitucional que impartió la orden de formular un proyecto de esa naturaleza, como al ministro de Salud quien claramente se equivocó y deberá, así mismo, asumir las consecuencias políticas de su error.
Colombia es un país que se ha opuesto a los atentados contra la vida. El aborto es permitido como consecuencia de una sentencia adoptada por unos magistrados que no fueron elegidos ni representan el sentir de la población. Si esa materia llegara a ser sometida a consideración popular, la inmensa mayoría se encargaría de acabar de una vez y para siempre la licencia que hay para acabar con la vida de los niños que se encuentran en etapa gestacional.
Similar suerte correrá el proyecto de la eutanasia cuya presentación es una grave, gravísima equivocación del señor ministro de Salud.
Publicado: diciembre 7 de 2020
Colombia es aún un país libre, con ya bastantes limitaciones y condicionamientos a la libertad de los colombianos, basadas en el capricho de algún inconforme, que fácilmente se puede volver Ley de la República, por la ligereza, incompetencia o indolencia de muchos Congresistas. Adrede omito hablar de corrupción.
No obstante que nuestra Democracia es muy imperfecta y está bastante averiada por la profusión de APATRIDAS que la patean diariamente, vuelvo a subrayar que algo de libertad nos queda, pero si no hay una férrea y activa reacción de todos, especialmente de los Congresistas, antes 2022 la habremos perdido por completo. Por eso aunque con respeto del sentimiento y decisión que la Senadora tome al respecto, sobre la libertad que debe tener todo ser humano a morir dignamente; es evidente que no se nota tanta vehemencia en atender otros problemas mucho más urgentes, peligrosos y dañinos para Colombia, como es la terrible y real amenaza que se cierne sobre la Democracia e independencia del país. Yo he sufrido la muerte dolorosa, lenta y sufrida de tres de mis más adorados seres que rogaban por poder morirse con dignidad y no pudimos hacer nada. Por eso estoy de acuerdo con que se apruebe ese derecho, que de antemano he pedido a mi familia que me dejen hacer uso de él, si llegare a ser menester conmigo.
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