No la ha tenido fácil el presidente Iván Duque. Su gobierno ha sido accidentado y asediado por factores externos que han hecho que su mandato esté en crisis permanente.
A la oposición irracional, irresponsable y antipatriótica de la extrema izquierda, se sumó la tragedia causada por la pandemia. Y como si los estragos de la peste no fueran suficientes, vino la catástrofe natural causada por el huracán Iota que destrozó íntegramente a la isla de Providencia.
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Si algo debe destacársele al presidente de la República es su compromiso con la gente y su total entrega a la hora de buscar y poner en marcha las soluciones que requiere el país.
Millones de compatriotas perdieron su empleo. Otros, no tienen donde vivir. Y, sin embargo, el gobierno ha hecho una gran labor por mitigar la malaventura.
Se ha anunciado que, en un plazo de 100 días, Providencia quedará reconstruida. Aquello, significará un esfuerzo superior, pues los ojos del país estarán encima del gobierno fiscalizando el cumplimiento estricto de esa proclama.
Los escépticos se han dado a la tarea de recordar el episodio de Gramalote, municipio ubicado en Norte de Santander que fue destruido por un derrumbe en diciembre de 2010. El gobierno de Santos prometió su reconstrucción en tiempo récord. Han pasado 10 años y las obras aún no han culminado.
La diferencia es radical. En la administración anterior, nunca hubo interés por atender las necesidades de la gente. La agenda estaba concentrada en solucionar los problemas judiciales de los terroristas de las Farc a través de un acuerdo de impunidades.
Mientras Santos cambiaba de ministro de Vivienda cada 8 meses, en el de Duque se ha implementado una política de vivienda eficaz en cabeza de Jonathan Malagón, un funcionario de los más altos quilates.
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La disparada de la construcción de vivienda
Así que todo indica que el cronograma propuesto para la reconstrucción de las casas que el huracán destruyó en Providencia, se cumplirá sin mayores sobresaltos. Es una apuesta alta, pero el talante gerencial del presidente y de su ministro Malagón son prenda de garantía de que se cumplirá el objetivo trazado.
Duque es un presidente que le pone el pecho a la brisa, que atiende las crisis, que no evade sus responsabilidades y que cumple a rajatabla sus funciones. Claro que no la ha tenido fácil y él, de alguna manera, estaba preparado para gobernar a un país en turbulencia. Desde que anunció su aspiración presidencial, era consciente de que estaba buscando el gobierno de una nación polarizada.
A los múltiples problemas heredados del gobierno anterior, se sumaron los ya citados. No solo no se amilanó, sino que se creció. Duque, aunque muchos de sus críticos no lo quieran reconocer, ha gobernado con entereza y, con su liderazgo, ha evitado que nuestro país sucumba ante la fuerza de las dificultades.
Publicado: noviembre 18 de 2020
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