Nuestras cárceles logran todo, menos resocializar al reo. Se aumenta la delincuencia y las personas salen peor de cómo entraron. Son las verdaderas universidades del crimen, donde se fortalecen las estructuras delictivas que azotan a más no poder a las ciudades.
¿Cómo solucionamos esto?
La primera y más lógica opción es incrementar la infraestructura penitenciaria. En Colombia hace 11 años no aumentamos el número de cupos carcelarios, lo cual ha generado que el hacinamiento en esos centros oscile entre el 53% y el 55%, dado que hay 123mil reclusos ocupando 80mil espacios. Algo realmente inhumano.
Sin embargo, si somos sinceros, hoy en día no tenemos los $12 billones que necesitamos para ese propósito y ciertamente esa suma no estará disponible dentro de los próximos años, más aún cuando el endeudamiento a raíz de la pandemia aumentó en 10 puntos del PIB y para equilibrar las cuentas de la Nación es inevitable una reforma tributaria.
Por eso, tenemos que pensar en alternativas y una de ellas es la aplicación de la justicia restaurativa.
Como tal, este modelo de justicia no entiende como principal prioridad la imposición de la sanción al delincuente, sino la reparación a la víctima. Es un enfoque más pragmático donde se dejan a un lado los pomposos titulares en los medios para darle paso a un acuerdo entre las partes involucradas.
Por ejemplo, antes que extensas condenas, para la víctima de un hurto de celular o cualquier otro ítem personal es más importante recuperar su pertenencia o su equivalente en dinero, situación que se repite con la mayoría de los delitos menores.
Obviamente este tipo de justicia no es viable para las conductas más reprochables como el asesinato, la violación, el secuestro o el terrorismo, pero sí sería procedente frente a otro tipo de delitos que permiten una aproximación diferente coordinada por el Estado, como cuando el agresor no es reincidente.
De hecho, para nadie es un secreto que muchas veces terminan siendo más efectivas las sanciones administrativas que le afectan el bolsillo a los responsables que la misma privación de la libertad. Además, si algo nos ha demostrado el penoso estado de nuestro sistema carcelario es que los centros de reclusión se han convertido en los ejes de operación de la delincuencia.
Tan es así, que prácticamente mandar a un joven no reincidente a la cárcel es allanarle el camino para que incursione de fondo en toda clase de delitos, con lo cual se termina fortaleciendo un círculo vicioso sin fin.
Debido a lo anterior, el País debería abrir el debate para incorporar más a fondo la justicia restaurativa dentro de los procesos penales. Quizás, si abordamos el juzgamiento desde un punto de vista más pragmático no solamente terminemos mejorando las condiciones de las víctimas, sino que disminuimos el inhumano hacinamiento carcelario y cortamos parte de la cadena que aprovecha la delincuencia para nutrir sus actividades.
Publicado: noviembre 27 de 2020
3.5