Que las Farc se atribuyan el asesinato de Álvaro Gómez no se lo creen ni ellos mismos. Antes que una confesión, parece un favor para exculpar de responsabilidad a Ernesto Samper. Aquella persona que llegó a la Casa de Nariño impulsada por el cartel de Cali y cuyo legado se resume en ser el único Presidente al cual Estados Unidos le quitó la visa.
25 años han pasado desde el fatídico día donde se apagó la luz de uno de los más brillantes estadistas que ha visto Colombia. Un líder que por esas cosas inexplicables de la vida nunca llegó al solio de Bolívar, pero cuyo legado trasciende el tiempo.
El gran interrogante que se originó tras su asesinato era saber quién lo había hecho. Una atrocidad que aconteció justo cuando Andrés Pastrana y Álvaro Gómez empezaban a desenmascarar el mayor escándalo de corrupción electoral que ha visto el País: el proceso 8000.
¿Qué obtenían las Farc asesinando a Álvaro Gómez?
Absolutamente nada. Para 1995 Gómez Hurtado no era parte del Gobierno como para pensar que lideraba una ofensiva militar en su contra. De hecho, ni siquiera era congresista, lugar desde el cual podría estar liderando una iniciativa que afectara sus intereses y justificara atentar con su vida, tal como le sucedió años después a Germán Vargas Lleras.
Por el contrario, si a alguien le causaban ampolla los comentarios de Álvaro Gómez era al Presidente Samper. Al fin y al cabo, Gómez era su más acérrimo contradictor. Consciente de su pecado, esa administración, en cabeza del Ministro del Interior Horacio Serpa, trató de contener a más no poder el estallido de la noticia que partió en dos su Gobierno.
Aunque quieran ocultar lo inocultable, todos los caminos conducen a Roma…
¿Es este un gesto de verdad y compromiso por parte de las Farc?
Difícil de creer. No deja de ser extraño que la misma organización que se ha negado a reconocer el reclutamiento de menores, de la noche a la mañana aparezca con gestos espontáneos de sinceridad para atribuirse conductas delictivas más de dos décadas después.
Ciertamente, el único escenario donde sería lógico pensar que las Farc asesinaron a Álvaro Gómez es que esos bandidos, al igual que hizo el M-19 con el cartel de Medellín, hubieran actuado como ejecutores materiales de una orden dada por un tercero… ¿elefante?
Ojalá que la Fiscalía dé la pelea y adelante una investigación integral del caso. Dejar este magnicidio en manos de la JEP o la Comisión de la Verdad equivaldría a enterrar impunemente el proceso sin que haya sanciones. Si esas entidades no han logrado que las Farc reparen a las víctimas tras 4 años de la firma del acuerdo, mucho menos se puede esperar que lleguen hasta las últimas consecuencias en este caso.
Publicado: octubre 7 de 2020
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