67 días después de un fallo absurdo, politizado y desproporcionado, Álvaro Uribe Vélez recobró su libertad. Una oportunidad de oro para demostrarle al país su inocencia y limpiar su nombre de las infamias promovidas por sectores políticos que identifican a la figura del expresidente, como el mayor obstáculo que tienen para llegar al poder.
La decisión adoptada por la juez de garantías, debe alegrar al país, sin importar si se tiene afinidad o no con la posición política uribista, toda vez que el fallo representa una victoria para la democracia y el Estado de derecho, tan maltratado por los procedimientos chapuceros y amañados de algunos jueces.
El caso del Presidente Uribe no debe ser visto como un evento aislado por la importancia de su figura, por el contrario, el proceso irregular privó de su libertad, y del cual todos fuimos testigos, evidencia los grandes riesgos y vicios que puede enfrentar cualquier ciudadano ante una justicia politizada y que ha perdido la altura, objetividad y sindéresis.
Las alarmas sobre el peligro que representa ante la sociedad esta crisis de la justicia, están encendidas y llegó el momento de actuar. Como lo he repetido en este espacio, Colombia debe avanzar con celeridad hacia una reforma integral a la justicia que solucione problemas de acceso, legitimidad, eficiencia, corrupción, entre otras oportunidades de mejora que sin duda requiere el sistema judicial.
La reforma a la justicia no será un camino fácil, recordemos que esta se ha intentado en múltiples ocasiones y por distintos gobiernos y siempre ha fracasado. Aquellas que no han sido engavetadas en el Congreso, han sido rechazadas por las mismas Cortes, entidades que resisten a reformarse.
Por estas razones, no cabe duda que la reforma a la justicia debe nacer de la ciudadanía, y ser refrendada en las urnas por los colombianos de a pie, retomando el papel de constituyente primario y liderando colectivamente esta causa que es esencial para fortalecer nuestra democracia.
A riesgo de sonar repetitivo, pero convencido de la necesidad de seguir adelante, debo reafirmar que la responsabilidad de reformar la justicia y el deber de salvar nuestra democracia pasa por los ciudadanos. Paremosle-bolas y trabajemos unidos para devolverle la majestad a la justicia y fortalecer el funcionamiento de nuestro ordenamiento democrático. Un país sin una justicia fuerte es campo fértil para que prospere el crimen, el desorden, el populismo y la anarquía.
Publicado: octubre 12 de 2020
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