Cuando el país creía haberlo visto todo respecto de Eduardo Montealegre, famoso por sus desmanes en la fiscalía, su proclividad hacia la corrupción, el favorecimiento de sus amigos con dinero público, el saqueo del erario con contratos a favor de la estafadora Natalia Lizarazo García, conocida comercialmente con el alias de ‘Natalia Springer Von Schwarzenberg’, su imagen volvió a aparecer con ocasión de la diligencia de libertad solicitada por los abogados del presidente Álvaro Uribe Vélez.
No había antecedentes de una persona que, literalmente, se ‘lagartee’ la condición de víctima en un proceso penal. Montealegre y su consorte Jorge Fernando Perdomo -recordado en el bunker de la fiscalía general por sus acosos a jovencitos recién nombrados en esa entidad y por sus juergas con funcionarios y agentes del CTI que eran de su gusto personal- aterrizaron en el proceso alegando ser víctimas del presidente Uribe, algo totalmente exótico y traído de los cabellos.
Si alguien es víctima en este episodio colmado de bellaquerías y ruindades, ese es Álvaro Uribe Vélez y no el dúo Montealegre-Perdomo, ellos sí unos expertos en el abuso del poder, en la corrupción, en la elaboración de montajes y en la persecución judicial de los opositores. Es imposible soslayar que durante cerca de 6 años, esos sujetos convirtieron a la fiscalía en un antro de corrupción y en una central de policía política desde la que se acosó brutalmente a la oposición al gobierno Santos y a quienes se manifestaran en contra del acuerdo con la banda terrorista de las Farc.
De acuerdo con los más prestigiosos abogados penalistas del país, Montealegre nunca había sido visto en una diligencia; mucho menos Perdomo. Lo de ellos no es el litigio sino otro tipo de maniobras, todas ellas oscuras.
No se puede olvidar un hecho palmario: la oficina donde operaba la banda criminal denominada ‘Cartel de la Toga’, era sufragada con recursos que salían de la fiscalía de Montealegre.
Efectivamente, el delincuente Gustavo Moreno confesó que, a través de un contrato de prestación de servicios fantasma agenciado por Leonidas Bustos, la fiscalía le entregaba a él millonarios recursos que iban destinados al pago del alquiler de la lujosa locación en la que se tramitaba la compra-venta de decisiones judiciales al más alto nivel.
Por eso, Montealegre es considerado como uno de los padrinos del ‘Cartel de la Toga’.
Su aparición en la audiencia del presidente Uribe sirvió profundamente. Gracias a su intervención, cargada de citas históricas erradas, de adjetivos y de ironías planteadas sin talento ni ingenio, la juez 30 de control de garantías y el país entero pudieron constatar el talante perseguidor, mezquino, tracalero, miserable y canalla de Montealegre. Produce escozor que ese sujeto haya gobernado durante 4 años al máximo organismo de investigación judicial de nuestro país.
Montealegre debe entender que la política no se hace en los estrados judiciales, sino en los escenarios que para ese menester ha destinado la democracia. Sería muy grato poderlo ver en la acción política para tener oportunidad de propinarle la paliza que merece. Un delincuente como él, un rábula que ha abusado de la justicia para enriquecerse, un sujeto oscuro lleno de complejos y con un pasado turbio, no merece suerte distinta a la derrota aplastante.
Publicado: octubre 15 de 2020
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Quizás el peso de la Ley recaiga sobre a esta funesta pareja (Montealegre & Perdomo).