Hace cuatro años, cuando se firmó el tan alardeado Acuerdo de Paz entre el gobierno y la guerrilla de las Farc-Ep. Sin embargo, hoy con tristeza vemos que la violencia no se redujo al enfrentamiento que mantenía ese grupo subversivo con el Estado; pues otros actores armados ilegales como los grupos guerrilleros, los paramilitares y la delincuencia organizada de todos los pelambres, etc., continúan perpetrando actos violentos y buscando control territorial con propósitos diversos.
Y, en medio de toda esa violencia, la incertidumbre y el miedo se apodera de la población para generar la construcción de una sociedad colombiana con individuos aislados, con proyectos de vida centrados en el desarrollo personal, el abandono de espacios y la resistencia a establecer lazos de solidaridad, nos dice el antropólogo Sergio Elías Ortiz Tobón.
Hemos llegado a un punto en el que el país vive un silencio de miedo por las venganzas y las retaliaciones. Silencio que se respira por todas partes. Y miedo que se expande como el viento a lo largo y ancho del territorio nacional ante la impotencia y mirada estupefacta de sus habitantes.
Los odios, los rencores y toda clase de represalias son el pan de cada día.
SÍ. Un “pan” macabro que lleva a que unos sectores del pueblo colombiano se conviertan en una especie de fieras que no saben cómo saciar, entre unos y otros o todos al mismo tiempo, una sed de desquite que no se entiende, pese al gran cúmulo de explicaciones y supuestas justificaciones que siempre se saca a relucir en su momento oportuno y quizás por conveniencia más que por otra cosa.
Masacres indiscriminadas y asesinatos a mansalva, sin saber a ciencia cierta quién o quiénes son sus causantes, forman un contexto en que las especulaciones y las frases de cajón se difunden desde las más altas esferas del poder y de las bases de una sociedad que también preguntan y dan sus opiniones a todo cuanto acontecimiento sangriento se presente.
Todo es confusión y enredo.
Mientras tanto el país, que quedó partido en pedazos como consecuencia de la farsa de un proceso de paz liderado por Juan Manuel Santos y sus “amigos” de las Farc-Ep, busca con el gobierno del presidente Iván Duque reconstruirse y fortalecerse para no permitir que caiga en manos de todos los mamertos de la izquierda anarquista que pretenden, a como dé lugar, desestabilizar el sistema democrático colombiano.
En todos los colombianos de bien, que amamos y queremos verdaderamente este país, está, entonces, en unirnos para no permitir que el temor que hoy existe en muchos estamentos políticos, económicos, sociales, religiosos, hasta de los propios militares y policías, haga carrera.
Así las cosas, hay que luchar por consolidar una renovación política con gente de principios nobles, altruistas y democráticos que, en las próximas elecciones del año 2022, se convierta en una fuerza que sepa contrarrestar las desaforadas ansias de poder que tiene la izquierda anarquista para adueñarse del Estado colombiano, mediante la combinación de estrategias que propugna por instaurar en la sociedad colombiana una “solidaridad del miedo” para ser aprovechada en las urnas.
Publicado: octubre 7 de 2020
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