Desde el 7 de agosto de 2018 cuando se posesionó como canciller de la República, Carlos Holmes Trujillo se empezó a consolidar como el ministro más importante y poderoso del gabinete de Iván Duque.
Es, de lejos, el más experimentado y avezado miembro del gobierno nacional. Curtido en distintas plazas y en diferentes momentos de la historia política reciente, Trujillo ha desarrollado un impresionante olfato político.
Aunque a primera vista parece una persona pasiva, su temperamento tranquilo no le impide ser avezado cuando de ejecutar una decisión se trata. Calcula muy bien sus movimientos y nunca reacciona al calor de las emociones.
Su compromiso con la defensa de las ideas uribistas es incuestionable y así lo reconocen millones de uribistas y un grupo cada vez más grande de dirigentes del Centro Democrático que lo ven como el más seguro candidato presidencial en 2022.
A finales del año pasado, el presidente Duque tomó la acertada decisión de nombrarlo como ministro de Defensa, en reemplazo de Guillermo Botero. Su desempeño como responsable de la seguridad de los colombianos ha sido impecable. Las cifras son elocuentes.
El crimen organizado, el narcotráfico, la delincuencia en las ciudades, el microtráfico y el terrorismo, han encontrado en Carlos Holmes a un enemigo implacable.
El hecho de que sectores de extrema izquierda y políticos aliados de la mafia hayan intentado defenestrarlo, es muestra suficiente de su éxito al frente de la cartera de Defensa.
Además de ser un funcionario cuya gestión puede calificarse como sobresaliente, su músculo político es impresionante.
Muestra de ello son las dos victorias que obtuvo en el congreso de la República, en menos de dos semanas. Primero, con la necia moción de censura que los sectores de la izquierda radical pretendieron adelantar en su contra en la Cámara de Representantes y, luego, durante el debate miserable y canalla que hizo en su contra el senador aliado de las Farc, Roy Barreras, parlamentario duramente cuestionado por su decidido y elocuente involucramiento en actos de corrupción.
En ambas ocasiones, Carlos Holmes volvió añicos a sus contradictores a través de sólidas intervenciones que no dejaron espacio para que los enemigos de la seguridad puedan continuar enervando sus mentiras e infundios.
En medio de tantas dificultades nacionales, cuando el país sufre los estragos de la pandemia y millones de nuestros compatriotas son afectados por el látigo ignominioso de los grupos violentos, la extrema izquierda se ha dedicado a pescar en río revuelto con la perversa pretensión de ganar sacando provecho de las víctimas de la violencia, actitud que demuestra una vez más el talante mezquino, tramposo y canalla de esa corriente ideológica que tanto daño le ha hecho a nuestra sociedad.
Quedan pocas semanas para que Carlos Holmes tome una decisión respecto de su futuro político, pues las anacrónicas normas electorales de Colombia obligan a los altos funcionarios a renunciar un año antes a sus cargos si aspiran a un puesto de elección popular.
No son pocos los que lo ven como un seguro aspirante a suceder a Iván Duque en la presidencia de la República, pues su paso por la cancillería y ahora en Defensa han confirmado que Carlos Holmes Trujillo es un dirigente con grandes condiciones y liderazgo razón por la que una candidatura presidencial suya, gozaría del apoyo de un amplísimo sector del uribismo. Amanecerá y veremos.
Publicado: octubre 26 de 2020
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