Cuando nosotros, los enemigos de la paz, advertimos de todas las aberraciones que incluía el acuerdo de bandidos entre Santos y las Farc, nos quedamos corticos. Valga recordar que nuestras advertencias fueron catalogadas como embustes, y hoy, cuando la realidad nos da la razón, no sería nada extraño que la Corte Suprema de Justicia nos acuse de brujería y en un fallo unánime de sus magistrados nos condene a la hoguera.
Es que, en vez de Pedro el escamoso, el santista y profariano Canal Caracol podría pasar horas de video en las que nosotros, los enemigos de la paz, anticipamos que a las Farc les iban a regalar curules en el Congreso, y que las ocuparían sin pagar un solo día de cárcel. Hay una entrevista, tal vez de Claudia Gurisatti, en la que Santos pone su póker face de indio ladino y dice muy serio que eso es mentira, que curules regaladas no. Y hay un video de la mujer de Claudia López, la señora Angélica Lozano, asegurando que es una mentira que los terroristas van a ir al Congreso sin pagar cárcel, que primero purgarían penas de prisión.
¡Pamplinas! Ni siquiera ha habido una pena simbólica. En eso, nosotros, los enemigos de la paz, nos equivocamos en grande: dijimos que habría condenas simbólicas como sembrar manzanilla y arracachas (desminar no porque es un peligro que debe correr en exclusiva la Fuerza Pública), pero ni eso. Ahí tienen sus diez curules gratis, además de otras cuyos ocupantes lucen camisetas de otros equipos y simulan pedalear para otro lado, pero se prestan caramañolas, se forman en abanico para cortar el viento de costado y hasta se remolcan en las cuestas.
Para la muestra, ahí está Tornillo, el violador mayor, sin pagar un día de prisión. Está Benkos Biojó, el que convirtió en átomos volando a 119 personas en Bojayá; ah, perdón, que ya son 79 no más… Mañana certificará la Justicia Especial para la Paz (JEP) que fueron 19, o 9, más bien, o que fueron falsos positivos ordenados por Rito Alejo del Río. Y también está, para no ir muy lejos, la señora Lobo, mujer del Lobo Feroz y testigo de excepción de la suerte de muchas Caperucitas. Esta Segunda Vicepresidente del Senado hacía las veces de estafeta de su marido y, por tanto, debe haber radiado la orden de matar a Álvaro Gómez Hurtado, según la novela recientemente lanzada por Teodora de Bolívar, esa otra cabecilla a la que siempre le ahuecan las camionetas.
Es que, para qué insisten con Sábados Felices y su elenco de humoristas de la tercera edad si videos para reírse es lo que hay. ¿Que tal ese de Humberto de la Calle diciendo, hace cuatro años, que si se perdía el plebiscito se caía el acuerdo con las Farc? Ahí se lo ve estirando el cuello como una tortuga vieja y engolando esa voz de locutor de pueblo como para darse trascendencia y hacer más creíbles sus palabras: «¡Feria del brasier y solo cucos con los más grandes descuentos! ¡Sigan! ¡Sigan!». Y fuimos, los enemigos de la paz, y nos robaron hasta los calzoncillos. ¡Y al ladrón, en vez de cárcel, le dieron dizque el Nobel de la Paz!
Nos inventamos tantas mentiras que la gente ‘salió a votar verraca’, según dizque le dijo un enemigo de la paz a un periodista, grabación que se debería conocer para todos reírnos. Y fueron tantas las mentiras que darían para un libro, el que no vale la pena escribir porque lo vetarían en las librerías y lo incautarían en los semáforos para que nadie pueda recordar claramente cuales eran las mentiras y qué resultó siendo verdad. ¿No han leído Rebelión en la granja, de George Orwell? Es como cuando los cerdos, los de la novela, van cambiando las normas escritas en una pared para que el resto de animales no puedan constatar el engaño.
Metimos el cuento de que a Uribe lo harían comparecer ante la JEP y ahí lo tienen ya bien enredado, yendo de Herodes a Pilatos a ver quién lo crucifica. Dijimos que obligarían a los militares a reconocer delitos que no habían cometido y eso es lo que le están pidiendo al general Mario Montoya y al coronel Hernán Mejía para hacerlos arrodillar. Dijimos que la entrega de armas y la desmovilización misma era una fantochada, y ahí están las disidencias armadas hasta los dientes, y la Nueva Marquetalia estrenando fusiles. Dijimos que el gobierno de Santos estaba armando y contratando a delincuentes de las Farc, y ahora el 63% de los funcionarios de la Unidad Nacional de Protección son exguerrilleros: un total de 1.305 bandidos armados legalmente por el Estado.
Echamos el cañazo de que el dividendo económico de la paz era una falacia, y no ha arrojado un centavo; que esta paz más parecía un lavado de activos, y hoy nadie sabe dónde está la fortuna de las Farc; y que el país quedaría nadando en coca con la prohibición de asperjar glifosato y el incentivo perverso de 36 millones por familia que puso a sembrar coca a los que no tenían.
Alguien dirá que la mayor mentira fue esa de que se les estaba entregando el país a las Farc y que ahí sí nos pifiamos. Pero viendo la pérdida de autoridad del Ejército y la Policía, el prevaricato de los jueces a favor de la izquierda, la inminente aprobación del Tratado de Escazú y el Código Civil propuesto por la Universidad Nacional que hace trámite en el Congreso y prácticamente acaba con la propiedad privada, no queda otra que aceptar que ese proceso de paz fue una capitulación ante las Farc.
Eso sí, nadie imaginó que la JEP llegara a servir para que las Farc se arrogara delitos ajenos favoreciendo a terceros. No hay un solo investigador del caso que avale la versión de que las Farc asesinaron a Álvaro Gómez Hurtado. Y ahora toca creer en unas supuestas cartas de Tirofijo que nadie sabe de dónde salieron, mientras que a los computadores de Raúl Reyes les negaron toda validez a pesar de las certificaciones de Interpol sobre su autenticidad. ¡Una jugada como sacada del turbante del mago!
Publicado: octubre 6 de 2020
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