Para distraer a mis pacientes lectores de los execrables hechos ocurridos esta semana en Colombia, e intentar ponerlos a navegar con la imaginación, reproduzco, con motivo de la celebración de los 52 años de vida del Buque Escuela A.R.C Gloria, estandarte de la patria en los mares del mundo, la crónica que escribí sobre los extraños hechos ocurridos en agosto de 1975, cuando el Buque Escuela ARC Gloria se aproximaba a las costas soviéticas para atracar en el puerto de Vladivostok, en la antigua URSS, hoy Rusia. Esta crónica figura en el Diario de Abordo que llevé, cuando siendo Cadete de Tercer Año para ser Oficial Naval fui tripulante del Crucero Gloria 75.
ABORDAJE Y EXCLUSIÓN DEL GLORIA*
“18 de agosto de 1975.
Han transcurrido 140 días desde que zarpamos de Cartagena, y en nuestra travesía, hemos tocado los puertos de Colón (Panamá), Honolulú, (Hawaii), Wake Island (USA), Tokio (Japón), Naha (Okinawa), Chi-Lung (Taiwán) y Pusán (Korea); ahora, avanzamos con rumbo franco y todo el velamen desplegado hacia al puerto de Vladivostok en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
La mayor parte de la navegación la hemos realizado a vela -sin hacerle trampas a Colón-, impulsados por los cambiantes e intimidantes vientos del Océano Pacífico. Hoy debemos alistar y embellecer el Gloria para su arribo mañana a Vladivostok, la llamada ciudad cerrada, además, la última parada del célebre y misterioso Ferrocarril Transiberiano.
Atracaremos en la base naval más importante y resguardada del régimen socialista en el Pacífico Norte, ubicada al sur de la enigmática Isla de Sajalín y al norte de la frontera con China y Korea del Norte, lugares remotos, que la mayoría de los ciudadanos del mundo tan solo conocen en mapas.
A las 14:00 horas divisamos la costa soviética y lentamente avanzamos impulsados por un ligero viento de través en busca de una roda para fondear, y allí, realizar los últimos preparativos y alistamientos para el arribo al puerto.
A las 15:00 horas, súbitamente aparece por proa una vertiginosa y sinuosa nave de guerra tipo hydrofoil de la marina soviética, que, en actitud poco amistosa, zigzaguea y extrañamente lanza al aire bengalas rojas, lo que nos sorprende, y no nos permite entender, si en señal de peligro o de saludo.
Presurosamente se acerca y nos corta la proa, lo que constituye un acto de inexcusable imprudencia o de manifiesta descortesía, y, además, una contravención a las leyes del camino que rigen el protocolo y el ceremonial mundial de la navegación de los navíos a vela.
El Comandante del Gloria, sorprendido, ordena hacer señales de saludo con destellos luminosos a la nave soviética, las cuales no tienen respuesta. Es claro que estamos viviendo una situación extraña y totalmente imprevista, que altera la bitácora y desvía el rumbo trazado en la carta de navegación.
La nave se aproxima por estribor a la borda del Gloria, y un tripulante con señales manuales nos ordena detenernos, lo que implica realizar una intempestiva maniobra general para recoger velas y arriar foques.
Entre tanto, Pérez, el operador de la estación de radio del Gloria, infructuosamente trata de establecer contacto con el hydrofoil soviético y con la Base Naval de Vladivostok, para presentar saludos y obtener algún tipo de información que nos permita entender la situación, y más que eso, la actitud poco amistosa con la que hemos sido recibidos.
Hay silencio en el Gloria. (…) El temor, la confusión y el nerviosismo nos invade, el Gloria recibe de una estación de radio marina soviética la tajante y perentoria instrucción de seguir con navegación a motor al hydrofoil. El Comandante con prudencia acoge las instrucciones y seguimos la estela del extraño navío. Por el rumbo que llevamos, el oficial navegante deduce que nos dirigimos al puerto de Najodka, ubicado a 50 millas al sur de Vladivostok.
Navegamos toda la tarde; llega el atardecer y al filo de las 23:00 horas nos ordenan detenernos y fondear. Estamos anclados en frente de la ciudad de Najodka; poco, muy poco se ve, tan solo luces incandescentes de intenso color anaranjado, así como fuertes torrentes de luz disparados desde poderosos reflectores de varias patrulleras soviéticas que nos rodean.
La confusión y la zozobra se mantienen, y seguimos expectantes de recibir nuevas instrucciones. A la media nos vamos a dormir, pues mañana será un día de intenso trabajo para culminar las tareas de alistamiento. Cuando estoy por conciliar el sueño, escuchamos: Ahí vienen los soviéticos.
19 de agosto de 1975.
Nos levantamos y vemos una embarcación que a remos se aproxima al Gloria; efectivamente se acodera. Es una especie de ballenera similar a las que usamos en la Escuela Naval para aprender a remar, e inclusive, para pasear a las reinas en el Concurso Nacional de Belleza. Mis compañeros y tripulantes con algo de nerviosismo y lánguido humor no dejan de socarronamente exclamar: No se asusten, no se asusten, que yo estoy temblando. Llegaron, llegaron los rusos.
Efectivamente sube a bordo un oficial naval y ocho corpulentos marineros soviéticos exageradamente armados. Con actitud celosa, ruda e intimidatoria se dirigen al puente; el oficial de manera brusca y desconsiderada le da instrucciones al Comandante de prender motores y enfilarse de inmediato hacia al puerto de Vladivostok. El Comandante procede de conformidad, y el oficial y los marinos soviéticos asumen prácticamente el mando del Gloria. Lo que está ocurriendo, es un hecho sin precedentes en la vida del buque escuela. A partir de ese momento, todos, comandante, oficiales, cadetes y tripulantes, nos convertimos en espectadores de tan toscos invasores.
El Gloria navega toda la noche, y en la mañana estamos en el canal de acceso al puerto de Vladivostok rodeados de embarcaciones soviéticas, que ahora, a manera de saludo, están empavesadas y disparan chorros de agua en forma de arcos en señal de bienvenida y hospitalidad. Lo que durante dos días fue beligerancia y descortesía, ahora es amabilidad y hospitalidad. Me pregunto: ¿Qué fue lo que sucedió? ¿Qué fue lo que molestó a los soviéticos? ¿Qué motivó que nos desviaran a Najodka, nos vigilaran y acecharan toda una noche, y lo peor, porqué nos abordaran y prácticamente se hicieran al mando del Gloria? …. Seguramente pronto lo sabré.
Lenta y majestuosamente el Gloria se adentra en la bahía de Vladivostok con los cadetes subidos por alto; a mí me corresponde sobre el andarivel de la verga mayor, del palo mayor. El espectáculo que ofrece el Gloria cuando arriba a los puertos del mundo, es único, emocionante y alucinante.
El muelle está atestado y engalanado; pancartas por doquier de bienvenida en ruso y español. Están todos, las autoridades de la ciudad, cientos de militares y marinos soviéticos vestidos de gala y miles de ciudadanos -muchos de ellos nunca han visto un extranjero-, así como estudiantes de escuelas y colegios portando banderitas de Colombia y URSS. Es el marco perfecto para una calurosa bienvenida, siempre acompasada por himnos marciales que interpreta una afinada banda de la marina soviética. Por primera vez, el Gloria atraca de popa, forma poco ortodoxa de hacerlo, pero es otra instrucción de las autoridades navales del puerto.
En el acto de bienvenida solo faltó el Embajador de Colombia, quien no logró desplazarse desde Moscú hasta Vladivostok, quizás, por los engorrosos trámites que debió surtir para obtener permiso del Kremlin. Su ausencia nos afecta, no solo por ser el agente del Gobierno Colombiano en la URSS, sino porque, además, debe traer consigo las cartas que seguramente enviaron a la Embajada de Colombia en Moscú nuestras familias y novias de Colombia, y de los puertos que hemos visitado durante el crucero. (No es un mito, es una realidad; los marinos tenemos un amor en cada puerto).
24 de agosto de 1975.
Ayer zarpamos de Vladivostok. Navegamos con rumbo a América. Nuestro próximo puerto será Long Beach en California.
28 de agosto de 1975.
Tan solo hoy supimos, por qué el Gloria no tuvo buen recibo cuando se aproximó al Puerto de Vladivostok; y está fue la razón: Las autoridades soviéticas esperaban y tenían todo preparado para que el Gloria arribara a Vladivostok el 23 de agosto. Por un infortunado error de comunicación, no se tuvo en cuenta, que nuestro plan de navegación preveía arribar la víspera a las inmediaciones del puerto, fondear, y allí hacer alistamiento final, pequeñas reparaciones y montar a bordo –como lo hacemos en cada puerto- las exposiciones del Museo del Oro, de la Federación Nacional de Cafeteros, de Artesanías de Colombia y de muchos productos de empresas colombianas.
Este arribo anticipado sorprendió a las autoridades soviéticas y determinó, que el Gloria fuera excluido de la zona de influencia del puerto, de manera que la marina soviética tuviera tiempo de sacar de la Base Naval su temida flota del Pacífico, conformada por más de 100 embarcaciones, entre submarinos atómicos, de espionaje y de demolición; destructores, fragatas, corbetas, patrulleras, embarcaciones de asalto, buques cisternas y de abastecimiento, sofisticados hovercraft y rápidos hydrofoil como el que nos cortó la proa y abordó.
Sin que los cadetes y los tripulantes lo supiéramos, el sabio y muy prudente Comandante del Gloria, Capitán de Navío Gerardo Polanía Vivas, su Segundo Comandante, Capitán de Fragata Jorge Garavito Martínez y nuestro insuperable Jefe de Embarque, Teniente de Navío Ricardo Rosero Erazo, bien se habían percatado de que durante el tiempo que la marina soviética nos distanció del puerto de Vladivostok, el radar del Gloria detectó masivo tráfico y presurosa movilización de buques saliendo del puerto hacia alta mar para evitar ser vistos por los visitantes occidentales, amigos de los Estados Unidos de América y simpatizantes de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), contraparte del Pacto de Varsovia.
Muchas cosas no aparentan ser lo que son. Por eso, antes de juzgar, hay que conocer y entender. Que nadie olvide que la distancia que aleja Asia de América es tan grande, que cuando en Asia es hoy, en América será mañana. El día que el Gloria arribó a Vladivostok fue 19 de agosto de 1975 y en Colombia 20 de agosto de 1975. El problema no fue un error de fechas de calendario ni de usos horarios, el problema fue llegar un día antes de ser esperados.
Colofón. No hay que llegar antes, no hay que llegar después, hay que llegar a tiempo. Gracias, mil gracias a la URSS por habernos recibido anticipadamente.”
Publicado: septiembre 14 de 2020
*Crónica Tomada del Diario de Abordo de Rafael Rodríguez-Jaraba. Cadete de Tercer Año, tripulante del Buque Escuela A.R.C. Gloria durante el Crucero del año 1975. Se retiró de la Armada siendo Guardiamarina y navegó por los mares del mundo como Oficial de la Marina Mercante. Actualmente es Abogado Esp. Mg. Litigante, Consultor, Asesor, Conjuez y Arbitro y Catedrático Universitario, Miembro de la Academia Colombiana de Jurisprudencia. Socio y director de la firma de Abogados Rodríguez-Jaraba & Asociados.
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