Esta semana se conoció el nombre de nuevo presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) Mauricio Claver, en reemplazo de Luis Alberto Moreno, hombre digno de reconocimiento por la gran transformación del grupo BID desde 2005. A pesar de las contrariedades que suponga el hecho de haber sido nombrado por primera vez en la historia del banco un norteamericano, las condiciones de la institución insignia en el financiamiento de los países de la región seguirán siendo las de una política de desarrollo económico articulada con las necesidades de países como Colombia.
Sin embargo el saliente presidente, alertó sobre una década perdida para américa latina por cuenta del Covid-19, al referirse al problema de la deuda contraída y de una caída vertiginosa del PIB en la región, preocupa que mientras los países en el mundo entero siguen luchando contra la propagación del virus y la vuelta a la economía, las variables de pobreza y desempleo siguen representando un reto enorme de frágil comportamiento en los años venideros.
El actual contexto económico mundial, no es ajeno a Colombia, siendo realistas sobre las bases de crecimiento económico y los compromisos sociales y medioambientales, las agendas se retrasaron en la efectividad de las políticas públicas que en principio estaban orientadas a una fuerte inversión social para generar el cambio sobre la brecha de ingreso y romper círculos viciosos de pobreza que allanan la estabilidad del bienestar en nuestro país.
Dado lo anterior, el espacio incierto abierto por la pandemia, ha sido aprovechado sobre todo por la subjetividad de quienes se quedaron en el escenario difícil para la economía pero que han sido incapaces de apostarle a las soluciones de mediano y largo plazo que ello requiere. Esto le ha pasado a Colombia desde el punto de vista social, como crítica a la distribución del ingreso, detonante suficiente para tocar tangencialmente, pero sin mayor efecto la agenda económica del gobierno nacional.
Mientras las protestas se incrementan y el fuego es atizado por la radical oposición al gobierno nacional, parece que no vemos el efecto sobre la década perdida que advierte el BID, estamos en un momento crítico donde es más importante desestabilizar la institucionalidad para lograr objetivos idealizados de populismo exótico, que se contraponen a las soluciones de una agenda económica del gobierno nacional.
Es imposible dirigir un barco sin viento, amotinado por el populismo que incita la destrucción de la nave, eso le está pasando a Colombia, nada de lo que haga el gobierno nacional tiene efectos positivos en la población, los jóvenes están siendo conducidos a un escenario caótico donde es más fácil destruir sus esperanzas y confinarlos a la lucha contra las instituciones en detrimento del orden público, la pobreza no se ve como una situación urgente de atender, sino como un medio usado para generar odios, el empleo no se ve como una fuente de generación de ingresos y construcción del país sino como un mecanismos de explotación, el bienestar social se le arrebata a las poblaciones más vulnerables al atacarla estabilidad institucional.
Eso está logrando la oposición en el país, ir en contra de los intentos por no caer en un espiral peor que nos lleve a una década perdida, tergiversar los esfuerzos de la agenda económica e idealizar reformas antes que estas salgan a la luz. Hay que dejar al congreso legislar y a las instituciones actuar, pero por sobre todo, hay que abandonar el populismo exótico que nos lleve a tener más de una década perdida.
Publicado: septiembre 17 de 2020
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