Ni siquiera Petro había humillado tanto a la Policía Nacional como lo ha hecho Claudia López. La reforma a la institución que pretende hacer no mejora el control a los procesos ni evita eventuales abusos, sino que significa el fin mismo de la entidad. Un ataque que ningún otro Alcalde de Bogotá había hecho y que genera un fractura casi que irreconciliable entre el Palacio de Liévano y los uniformados en la ciudad.
Así Claudia no lo quiera aceptar, ella es la jefe de la Policía en Bogotá. Si bien es verdad en materia de orden público los Alcaldes y Gobernadores deben acatar las órdenes del Presidente, no deja de ser menos cierto que la política de seguridad está íntimamente relacionada con las decisiones que cada mandatario territorial adopte dentro de su respectiva jurisdicción.
Por eso, es fundamental que exista un trabajo coordinado entre la Policía y el Alcalde. De nada sirve tener un excelente pie de fuerza si no hay voluntad política para enfrentar a la criminalidad, así como tampoco es útil que haya exceso de determinación si no existen las herramientas para materializarla.
Sin embargo, a pesar que Claudia se ufanaba en campaña de tener el carácter suficiente para hacer temblar a los criminales en Bogotá, es más que evidente que no tiene el control ni de la ciudad ni de la Policía. Las cosas se le salieron de las manos.
En efecto, su desmedido oportunismo político acabó por completo con la confianza y la moral de la Policía, dado que en vez de rodear a los uniformados y proteger la institucionalidad, prefirió subirse en el bus de aquellos que se escudan en casos aislados para proseguir con su propósito de acabar con la entidad.
¿Cómo exigirles a los policías que arriesguen su vida para disminuir los índices de criminalidad en Bogotá cuando la propia Alcaldesa pide desarmar la institución y despojarlos del fuero penal militar?
Es sencillamente absurdo. Absolutamente nadie va a acatar los lineamientos de una persona que quiere convertir a los policías en guías turísticos que se limiten a dar indicaciones para llegar a la Plaza de Bolívar.
Además, dicha reforma reduciría el pie de fuerza del País en un 39.9%, toda vez que pasaríamos de tener 442.864 uniformados a tan solo 266.136, lo cual les dejaría el camino libre a todas las estructuras delincuenciales para apoderarse tranquilamente del microtráfico, la minería ilegal, la extorsión, etc.
Es decir, a la Policía Nacional no la pudo acabar Pablo Escobar, las Farc ni los paramilitares, pero al paso que vamos tal propósito lo logrará Claudia López. Una inaceptable realidad de alguien que por estar provocando a la Casa de Nariño descuidó la seguridad en Bogotá, donde, por ejemplo, de mayo a julio de este año el hurto de bicicletas aumentó 74% en relación al 2019.
Claudia, la Policía merece respeto. Si alguien debería saberlo es usted, quien gústele o no es la jefe de la entidad en Bogotá. En vez de caer en constantes bajezas para desprestigiar al Concejo o al Presidente, mejor preocúpese por recuperar la confianza de la tropa.
Esa institución durante 129 años ha defendido al País y usted, que tan solo lleva nueve meses en el cargo, no puede pasar por encima de sus miembros ni humillarlos públicamente para ganarse los titulares de los medios de comunicación.
Publicado: septiembre 16 de 2020
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