Con la decisión de la Corte Suprema de Justicia de asegurar al senador y expresidente de la República Álvaro Uribe Vélez, quedó plenamente demostrado que Colombia es un país polarizado políticamente y con una institucionalidad y un establecimiento que se niega a la verdad, único camino de encontrar la tan anhelada paz estable y duradera que la Organización de Naciones Unidas promueve y procura, pero que timoratamente permite que sigamos recorriendo caminos de verdades a medias o mejor, de mentiras a medias.
Negar que en Colombia, en el gobierno de Belisario Betancur Cuartas, se permitió la consolidación de la mezcla de política y armas, cuando se acordó con las FARC que avanzaran en la práctica política en la búsqueda del poder por medio de las urnas, mientras se sostenía el conflicto, es negar que el error de esa organización guerrillera fue exponer sus cuadros ideológicos no militares, al exterminio, como sucedió con la Unión Patriótica. Y negar que la consecuencia de ese despropósito fue la aparición del MAS como respuesta militar de los dueños de la tierra, es continuar colocando un telón para no dejar ver la verdadera película.
Y posteriormente, la reedición de la violencia política siendo Presidente de la República Andrés Pastrana Arango y la autorización de la zona de despeje. El gobierno quiso apurar un acuerdo y para ese propósito contaba con el respaldo de la Unión Europea y tras una misión política durante un periplo por Europa del que participaron varios senadores entre ellos Ciro Ramírez Pinzón y Carlos García Orjuela, junto a Raúl Reyes, socializaron la agenda del Caguán, que no fue otra que la que quedó consolidada, mucho mejor redactada, en los acuerdos de La Habana. En ese entonces, simultáneamente con los astros alineados, a la zona de despeje llego el 26 de junio de 1999, el propio presidente de la Bolsa de Valores de Nueva York, Richard Grasso y los vicepresidentes de Relaciones Internacionales y de Seguridad y Protección del mismo organismo, Alan Yves Morvan y James Esposito, respectivamente. Allí, en el Caguán, en la Vereda La Machaca, intercambiaron ideas con Raúl Reyes vocero de las Farc; hablaron de economía y finanzas, de la preocupación del capital por la estabilización de la región. Las FARC en esos momentos eran dueñas del mercado mundial de la droga.
El ELN a la expectativa de lo que estaba sucediendo, convocó su convención nacional y pidió formar parte del proceso de paz. Por esta razón le fue considerada por parte del gobierno de Andrés Pastrana, una zona de despeje, en el sur del departamento de Bolívar. Esta circunstancia, que se dio un año después de la visita de los poderosos de la economía al Caguán, puso en alerta a muchos de los propietarios de tierra, de modos y medios de producción y junto a la clase política regional, gestaron el movimiento “No al despeje”
El movimiento “no al despeje” fue el más importante que integró políticamente a la mayoría de actores políticos electorales de la región de la ruta del sol. Ahí se consolido todo un proyecto político cuya verdad la busca afanosamente la JEP, pero como todo en este país, el ahogado se busca rio arriba. A partir del movimiento no al despeje, se crearon unas estructuras electorales que mantienen el poder y que por culpa de la polarización política, ni la izquierda radical, ni la derecha radical, dejan ver a los verdaderos actores, que no son, ni los calificados de “asesinos con curul” ni los del partido Centro Democrático.
Publicado: agosto 11 de 2020
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