Esta última semana ha sido devastadora para la democracia colombiana, luego de la decisión de la Corte en donde impide defenderse en libertad al hombre que le devolvió la viabilidad y la esperanza a nuestro país. La medida cautelar deja expuesta la paradoja de ver a los criminales, narcotraficantes y terroristas, que pusieron en velo la vida y la seguridad de nuestros compatriotas por más de 50 años deambulando por las calles y el Congreso, en total impunidad, mientras que el hombre que más ha hecho por combatirlos es prejuzgado en un fallo que no hace más que mancillar los principios del derecho penal y la pone de primero la privación de la libertad cuando esa debe ser la última medida.
Ha sido una semana dura, pasé por la rabia y la tristeza; da impotencia ver a esos mismos criminales intentar erigirse como los nuevos estandartes morales al mismo tiempo en que se empeñan por manchar el nombre de quien ha entregado su vida al servicio de Colombia combatiendo la criminalidad y el narcotráfico como legado. Nos toca despertar. Lo que está en juego no es solamente la libertad del Presidente Uribe, es la institucionalidad del país. Así empezaron otros pueblos y vean a donde llegaron. Sean uribistas o no, siento que llegó el momento de unirnos, de despertar y de trabajar día tras día para impedir que nos reescriban la historia, frenar la generación de más caos orquestada desde la izquierda para que poder acceder al poder. Creanme o no, está en juego todo lo que hemos construido en nuestra historia republicana.
Dicho esto, quiero aprovechar este espacio para abrir mi corazón y hablarles desde la experiencia de trabajar durante estos dos años al lado de quien para mi, es el hombre más importante en nuestra historia reciente.
Desde niño, siempre soñé con ser político y servir a mi país, sin embargo este sueño se fue diluyendo por el desprestigio de la profesión, los escándalos de corrupción que llenaban las noticias y mi crecimiento profesional en una carrera corporativa empresarial. Siendo justo, debo reconocer que no necesitaron pedalearme mucho los que me insinuaron lanzarme al ruedo politico, era un viejo sueño de niño y cuando la oportunidad apareció, a pesar de las vacilaciones familiares y que económicamente era más adecuado permanecer en el sector privado, no dude en dar el paso e iniciar esta aventura de resultado imposible. Y vea en la que me ha metido.
Desde que inició mi campaña, y sumido en estereotipos, construí mi propio imaginario de quien iba a ser el presidente Álvaro Uribe. Pensaba que sería él quien dictaría las líneas de lo que debíamos construir y hacer; para mi sorpresa fue todo lo contrario. Encontré un hombre que siempre da cabida a las ideas individuales, que impulsa los nuevos liderazgos, que esta siempre dispuesto a construir en equipo, dando voz y voto a todos sus copartidarios, abierto a la critica, la argumentación y el debate.
Pocos tenemos la suerte de poder trabajar cerca alguien inspirador, inteligente, reflexivo y que se preocupe por trasmitir y enseñar. Yo he tenido esa suerte ya dos veces en mi vida, pero trabajar al lado de una de las persona (quiéranlo a él o no) más influyentes e importantes de nuestra historia, ha sido no solo un privilegio, sino un honor y una bendición.
Ya en el Senado, tuve la fortuna de poder acompañar al Presidente Uribe en la Comisión Séptima, donde pude evidenciar su compromiso con cada proyecto, su responsabilidad para estudiar cada tema, para profundizar en cada discusión. Llevarle el ritmo siempre ha sido un gran reto que aun no logro, y escucharlo debatir a punta de ideas y propuestas es inspirador. En las discusiones técnicas de la Comisión siempre me ha impresionado su capacidad de construir consensos, incluso con corrientes políticas totalmente contrarias.
Si algo he podido observar en estos dos años de trabajo y aprendizaje a su lado, es que Álvaro Uribe tiene un espíritu democrático supremo, enmarcado por un profundo respeto por las instituciones y por sus contrarios. Eso sí, los confronta siempre con tesis e ideas y desde la profundidad conceptual. Su pasión por el trabajo por Colombia y su obsesión con la construcción de un mejor país es innegable. No se me olvidará nunca una frase que me dijo, la cual me sigue retumbando en la cabeza: ¨Hombre Gabriel, menos espectacularidad en las decisiones y mayor fuerza en las propuestas.¨ En español, menos cháchara y más propuestas serias.
Álvaro Uribe ha sido un maestro constante, un hombre sin tacha, con un liderazgo ejemplar. Y hoy debemos usar sus enseñanzas y sus ejemplos para no desfallecer, luchar a diario por probar su inocencia, y por impedir que nuestro país caiga en las garras del populismo que tanto amenaza nuestra democracia.
En el entre tanto seguiremos Parándole-Bolas a su ejemplo, a su usanza, debatiendo con ideas, conceptos y acciones claras, defendiendo esta patria, de la única forma que él nos ha enseñado: trabajando, trabajando y trabajando.
Publicado: agosto 10 de 2020
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