Desde el magnicidio de Álvaro Gómez Hurtado no había sentido aflicción por un hecho político. La medida de aseguramiento contra el expresidente y Senador Álvaro Uribe Vélez me genera tristeza y angustia por él y su familia: al final nuestros líderes terminan ganando espacio en nuestros afectos. Este momento requiere frialdad, inteligencia, astucia, pero ante todo unidad, para encontrar el camino que permita preservar el legado ideológico y político que representa el Uribismo.
Soy pesimista por la suerte judicial de Álvaro Uribe Vélez porque sus enemigos políticos tejieron la red con tiempo, precisión, y con los mejores hilos, los de la Corte Suprema de Justicia (CSJ). Silenciar a Uribe es una victoria contundente de la izquierda, del petrismo, de las Farc, de Juan Manuel Santos, del Grupo de puebla… así no sea la victoria definitiva. No se necesita ser un jurista consumado, ni un penalista exitoso, para saber que en esta decisión es la cúspide del sesgo probado de un sector de la CSJ contra Álvaro Uribe Vélez.
Ojalá muy pronto podamos conocer por qué se rompió el hilo de la relación institucional entre el presidente Álvaro Uribe y la CSJ, que desató la peor carnicería judicial la cual va en la detención domiciliaria del senador Uribe. No es poca cosa ni un antecedente menor que la CSJ hubiera encarcelado y condenado a más de 50 congresistas de la República que ejercieron funciones durante los dos periodos presidenciales de Álvaro Uribe Vélez. Tampoco fue un trofeo menor haber acabado con la vida pública de Andrés Felipe Arias, quien se perfilaba como el heredero natural del Uribismo. No olvidamos la suerte de un hombre de la altura intelectual de Luis Carlos Restrepo, o la de los exministros Sabas Pretelt y Diego Palacios, como la de otros aforados que terminaron en la guillotina de la CSJ por su condición ideológica.
Difícilmente la CSJ perderá este pulso donde está en juego hasta la poca credibilidad que le queda a la justicia que se da el lujo de tener a varios exmagistrados y magistrados prófugos, detenidos y procesados por corrupción. La cabeza de Álvaro Uribe es gasolina para la opinión pública, la misma que un día te reclama y al otro te repudia. O como decía Fray Luis de Granada, “la opinión pública es un monstruo de 100 cabezas que cada vez dice algo distinto”.
Álvaro Uribe es dueño de sus conquistas como víctima de sus propias decisiones. Su espíritu demócrata y santanderista que rige al expresidente impidió lo que hoy pide un sector del Uribismo: Constituyente. El presidente Uribe rechazó esa posibilidad cuando gobernaba con los mayores porcentajes de popularidad y podía convocarla con el apoyo popular y aplicando la tesis del estado de opinión, siempre pesaba más en el presidente la duda del destino final de la constituyente y la inseguridad jurídica que generaría la misma en pleno desarrollo de la política de confianza inversionista.
Otro desacierto fue haber negociado el triunfo más importante en las urnas por su significado histórico como fue el NO en del plebiscito. No entiendo, y es otro hecho por aclarar, por qué se negocio lo que no estaba autorizado negociar. Haber validado la Jurisdicción Especial para la Paz con la sola asistencia a la mesa de negociación con delegados del gobierno de Santos fue tal vez el peor error del expresidente Uribe.
La medida de aseguramiento contra Álvaro Uribe es un atentado contra la democracia representativa. Fuera de ser Álvaro Uribe el senador más votado en las dos ultimas elecciones legislativas es el jefe del partido político que representa el 20% del actual senado y el 18% de la cámara de representantes, como también el mentor del legado político e ideológico que ha elegido a presidentes de la República.
Lo que esta pasando no es un hecho procesal, no, es un paso más en la implementación de los acuerdos públicos y secretos de La Habana. Judicializar a Álvaro Uribe fue una condición sistemática de las Farc en La Habana, así lo advirtió en varias ocasiones el exprocurador Alejandro Ordoñez desde su ejercicio como procurador, y así lo anunciaban sus acérrimos enemigos.
Álvaro Uribe Vélez no es el hombre de extrema derecha, ni el fascista, ni menos el criminal que describen en redes sociales o en autos, si lo fuera, tengan la plena seguridad que estaba gobernado y no silenciado.
Publicado: agosto 11 de 2020
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