Es una costumbre que cuando se arroja un barco a la mar, este se bendice, o cuando se abre un nuevo hogar se lanza agua bendita. Por eso el padre “Chucho” se le ocurrió la idea de bendecir la entrada a la casa de Nariño del presidente Iván Duque Márquez y su bella familia, lo cual los medios interpretaron como un exorcismo. ¿Será que los medios otrora manipulados saben que en Palacio habitó un discípulo del mal o algo parecido? La biblia señala a Satanás como el rey del engaño, el padre de la mentira.
Pero no estaban para nada equivocados y no hubo la necesidad de hacerlo porque la misma naturaleza se encargó de realizarlo.
La ciudad de Bogotá, dos días antes de la posesión del nuevo presidente había presentado clima soleado y temperatura cálida, y el pronóstico para el día de posesión era el mismo.
Súbitamente ese día, 7 de agosto de 2018, día de la posesión del presidente Duque, el territorio nacional padeció un fuerte temblor de tierra, cuyo epicentro fue la Mesa de los Santos, en Santander. Y no solamente tembló, sino que es día glorioso para la vida nacional cayó una tenaz lluvia, acompañada de vientos huracanados como queriendo arrasar con todo lo malo y borrar del ambiente el terrible pasado.
El Mandato del Cielo es un concepto de la filosofía china tradicional que se refiere a la legitimidad de un gobernante. Según este, el cielo favorecería los actos del gobernante justo y despreciaba al gobernante opresor, e intentaba con señales divinas ponerle fin a su mandato. El Mandato del Cielo entonces debería transferir el poder político a otra persona que tuviera dotes de mejor gobernante y le concedía entonces el derecho de gobernar si fuese moralmente digno.
Y entonces el orden cósmico y humano habría de rechazar al gobernante por la sencilla razón que su moralidad no estaba de acuerdo con el camino correcto, o lo que los chinos llaman el Tao, que es el “camino de la virtud o el poder de la virtud”, que significa básicamente calidad individual, probidad, fuerza interior e integridad.
Los antiguos chinos creían que los desastres naturales eran los avisos del cielo porque el gobierno se había alejado de ese camino. Y si el gobierno las ignoraba, el cielo enviaría advertencias más fuertes intentando despertar la conciencia del gobernante. Y si seguían siendo ignoradas, continuaría cada vez peor las calamidades. De esta manera el cielo, como una especie de misericordia le daba una señal al pueblo que debería de cambiar de gobernante.
Ese día, los que asistimos a la posesión presidencial, sentimos la fuerza de la naturaleza como un designio que lo malo estaba por marcharse y empezaba una nueva era llena de luz y transparencia, y con tanta fe en lo porvenir que aguantamos con estoicismo las cuatro horas de lluvia helada y viento frío pero con el corazón cálido, lleno de esperanzas.
Publicado: agosto 13 de 2020
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