En Colombia, las EPS e IPS, desde cuando se decretó por primera vez la Emergencia Sanitaria y con ella el aislamiento preventivo obligatorio, decidieron acogerse a las directrices trazadas por el Ministerio de Salud para atender de manera casi exclusiva los casos relacionados con el coronavirus a fin de evitar la propagación del contagio.
Fue así como tales entidades resolvieron reagendar todas las atenciones ambulatorias programadas que no sean prioritarias, entre las que se encuentran las consultas por programas de crecimiento y desarrollo, salud oral, agudeza visual, citologías, mamografías, colocación de implantes subdérmicos para la planificación familiar, citas de medicina general y cirugías electivas.
Y en lo que respecta con los pacientes con patologías crónicas como hipertensión, diabetes, artritis, etc., se les dijo que agendarían teleconsultas y que dependiendo de lo que ahí se les dijera, el profesional de la salud determinaría si es necesario una consulta presencial.
LOS PACIENTES QUE MUEREN
Prácticamente, con todo lo anterior, a los colombianos, en medio de la emergencia generada por el Covid-19, se les manifestó que no tendrían de qué preocuparse porque los servicios medico asistenciales y quirúrgicos no sufrirían mayores contratiempos para su prestación, de conformidad con la Ley 7151 del 16 de febrero de 2016, que consagró a la salud como derecho fundamental autónomo.
Sin embargo, nada de lo dicho resultó del todo cierto durante toda esta época de emergencia sanitaria.
Por el contrario, lo que si ha quedado en evidencia es que ninguna de las EPS ni las IPS han cumplido con el Decreto 019 del 2012 que reglamentó la obligatoriedad de implementar los canales virtuales para la atención en salud y la telemedicina, lo cual, a la postre, hubiese podido garantizar una eficaz prestación de servicios a los afiliados tanto dentro del régimen contributivo como subsidiado.
La telemedicina sigue siendo un “saludo a la bandera”.
Pero lo más triste de todo es que mientras las EPS e IPS evaden, dilatan y dejan de prestar la atención requerida, los pacientes se agravan y mueren en sus propias residencias como consecuencia de enfermedades distintas al coronavirus, aunque parece que en algunos casos se dice que es por culpa de este último.
UNA COSA DE OTROS TIEMPOS
Y como si esto fuera poco, hoy vemos con suma tristeza que la ética médica y odontológica parece ser cosa de otros tiempos.
Pues, frente a todo lo que está aconteciendo se ha llegado a un alto grado de la deshumanización de la relación médico-paciente, debido a que no existe un eficaz y auténtico empeño, por todos los que conforman el Sistema de Seguridad Social en Salud, por intentar siquiera mejorarla y optimizarla.
Esto, así ha quedado evidenciado en muchos casos que han ocurrido en estos tiempos de pandemia del coronavirus.
Quizás todo aquello se deba a que se ha llegado a un punto en que las universidades que preparan a los futuros profesionales en el sector de la salud, pareciera interesarles más la obtención de mayores ingresos económicos, mediante los altos costos que cobran por las matrículas, que por formarlos con principios nobles y altruistas para que en el ejercicio de sus funciones coadyuven en la salvación de vidas o hacerlas menos traumáticas.
Así las cosas, se hace urgente que los directores y gerentes de las entidades de salud, sean también los primeros en despertar una concientización en su personal en torno al respeto que se le tiene que dar al paciente, sin que importe su condición económica, política, social, religión, etc., para ofrecerle una adecuada y acertada atención médica en todo el sentido de la palabra; pero no sólo para los casos de esta emergencia sanitaria sino también en otros eventos en que la salud de las personas se pone en peligro.
Publicado: agosto 26 de 2020