Si ha habido una relación económica, política y militar que le ha dado frutos a Colombia es la sostenida con Estados Unidos. Más allá de las criticas infundadas que cada cierto tiempo hacen algunos vecinos de la región, lo cierto es que el País necesita fortalecer la alianza con su principal socio comercial. Para ello, la reactivación lo más rápido posible de la fumigación aérea es un aspecto crucial.
No digo esto como una arrodillada al imperialismo yankee, como falazmente algunos sectores buscan caricaturizar los debates relacionados con Estados Unidos, sino como una observadora realista de la situación nacional.
Nada más en 2019 el País del norte fue la primera fuente de inversión extranjera directa en Colombia con 2.623 millones de dólares, osea el 18% del total, a lo que se debe sumar que USA es nuestro principal destino de exportaciones, las cuales para el 2017 alcanzaron los 4.026 millones de dólares.
Adicionalmente, el Congreso americano en un acuerdo bipartidista amplió el presupuesto de ayuda internacional que anualmente le envía a Colombia a 448 millones de dólares para 2020, unos 1.6 billones de pesos aproximadamente que son una fuente de ingresos vital para los recursos de la Nación.
Y en medio de la peor crisis social y económica que ha vivido el País en las últimas décadas el tío Sam le ha donado 30 millones de dólares para mitigar los efectos del Covid. Sin embargo, para nadie es un secreto que esta sólida e histórica relación de cooperación mutua puede fracturarse si no se disminuyen las hectáreas de coca, sin duda una de las más difíciles herencias que recibió el Gobierno Duque.
Para logarlo, la fumigación con glifosato es vital. Nada más recordemos que desde 2015, cuando la administración Santos suspendió su uso, Colombia pasó de tener 112.000 hectáreas sembradas en 2014 a 209.000 en 2017 de acuerdo a la medición del Departamento de Estado. Es decir, un incremento del 87% en tan solo tres años.
Además, todos sabemos que la erradicación manual es supremamente lenta, tiene altos porcentajes de resiembra y, lo más grave, expone a los soldados encargados de llevarla a cabo a un altísimo riesgo de mutilaciones o fallecimientos. Algo completamente inaceptable.
Afortunadamente, la luz al final del túnel parece empezar a verse y después de dos años de cumplir los interminables requisitos establecidos por la Corte Constitucional la fumigación parece estar próxima a reactivarse.
Una noticia más que necesaria para el País que nos salvaría de correr el riesgo de revivir el fantasma que durante los últimos tres años ha estado sobre la mesa: la descertificación, situación que sería equivalente a clavar una daga en el corazón de la mejor relación exterior que tiene Colombia.
Publicado: agosto 14 de 2020
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