Hablé con los mejores penalistas del país. También lo hice con un expresidente de la Corte Suprema de Justicia y con un magistrado de ese tribunal. Todos, sin excepción, aseguran que en su vida habían visto un pronunciamiento de resolución de situación jurídica con 1554 páginas.
A falta de argumentos y razones, buenas son las majaderías. El magistrado Reyes, conocido de autos por su cercanía profesional -y personal- con quien funge como esposa o compañera permanente del senador cabecilla de las Farc, Iván Cepeda, en algún momento tendrá que responder por la brutal decisión adoptada en contra del expresidente que, además, es el Senador de la República más votado del país y a quien ha privado de la libertad sin razón ni prueba alguna.
Los magistrados de las altas cortes colombianas, que en su mayoría son unos politiqueros de la más baja catadura, sistemáticamente reclaman respeto por las decisiones de la judicatura, enarbolando el trillado cuento de la separación entre Ejecutivo, Legislativo y Judicial.
Que nadie se llame a engaños: la justicia es la mayor responsable de pisotear la separación de poderes en nuestro país, haciendo política a través de medidas como la que fue proferida en contra del expresidente Uribe Vélez.
La justicia está podrida en sus más profundos cimientos. No hay un solo tribunal que pueda mostrarse ante el país como un lugar donde impere la ley, la honorabilidad y la transparencia.
Desde los años del Frente Nacional se ha procurado introducir los cambios necesarios para su depuración. Sin temor a equivocarme, los últimos 10 gobiernos han presentado sendos proyectos de reforma para que el Congreso proceda a su aprobación.
Ninguno de ellos pudo prosperar. Los congresistas, que son investigados por la Corte Suprema, son extorsionados por los magistrados. El mensaje mafioso es evidente: “Si tu apruebas la reforma, yo te muevo las investigaciones que tengo en tu contra y te encarcelo”.
Ahora, con una dosis de ilusión sorprendente, el presidente Iván Duque asegura que la reforma a la justicia de su gobierno cuenta con todas las condiciones para ser aprobada. Con ese mensaje, trata de disminuir el fervor que en muchos despierta la demanda legítima del uribismo de convocar a una Asamblea Nacional Constituyente.
Es evidente que Duque, por su temperamento, no es un hombre de confrontaciones ni grandes controversias. Seguramente, el escándalo desatado por el montaje de la supuesta Ñeñepolítica ha disminuido su capacidad de reacción y por eso se ha mostrado en desacuerdo con la iniciativa uribista que, como es natural, goza de la bendición del presidente Álvaro Uribe, pero que despierta terror en la corrompida y vengativa administración de justicia.
La Constituyente es necesarísima. Además de servir como mecanismo institucional, es una herramienta de acción política para sintonizar al gobierno -bastante desconectado- con la opinión pública, esa misma que observa con estupor las arbitrariedades de la justicia, rama del poder donde se mueven bultos de dinero y en la que muchos de sus magistrados son reconocidos por su militancia ideológica y no por su solidez moral y su formación profesional.
El presidente Duque, que en el ejercicio del poder ha desilusionado a quienes lo llevaron a la presidencia -los niveles de desaprobación son elocuentes-, tiene que comprender que la medida dictada contra el presidente Uribe, además de ser una brutal arbitrariedad, es un golpe letal al Estado de Derecho por parte de la corte suprema de justicia. Y él, como presidente de la República está en el deber de garantizar que aquel -el Estado de Derecho- no sufra atentados como el que acaba de ocurrir.
Presidente Duque: esta crisis no se maneja con mensajes generosos acompañados por actitudes dubitativas. Acá corresponde tomar decisiones de fondo y dar la batalla, cueste lo que costare. Tengo la íntima convicción de que la Constituyente le dará rumbo y oxígeno a su gobierno y, además, lo reconciliará con sus electores.
El uribismo no puede desfallecer en la iniciativa de la Constituyente. Esa lucha tiene que darse por Uribe, pero sobre todo por Colombia.
Publicado: agosto 9 de 2020
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En este encierro prolongado, una de las pocas actividades que le quedan a muchos es leer; lo mío ha sido toda una obsesión, pero por la lectura técnica y de investigación; soy eso un técnico, No obstante en estos momentos y sin dejar del todo mi tema, no me podido abstraer del histórico momento que vivimos en Colombia no solo a causa de la pandemia , sino por lo que considero mucho peor. Esos negros nubarrones amenazadores que se ciernen sobre la democracia del país. Su artículo Ernesto Yamhure, mete el dedo en la llaga que históricamente ha afectado muy hondamente al país. EL corrupto, politizado y parcializado PODER JUDICIAL. Como usted bien lo señala, el mal no viene de ahora, lo que pasa es que ahora, si se descaró con la arbitraria detención de Uribe. Los magistrados, se sienten dueños del poder desde el montaje del engañoso proceso de FARCSANTOS y están convencidos, que impunemente se pueden burlar en las barbas, de todo el país. La constituyente es el único camino para frenar este desastre y para cambiar de verdad el estado de las cosas. No va ser una labor fácil, los corruptos de todas las pelambres especialmente LOS POLÍTICOS, ya empezaron a torpedear la idea. Es una misión más que titánica y se necesita de la unión y compromiso de todos los colombianos de bien y sobre todo, que entiendan la gravedad del problema. No hay lugar a reposo, ni apoyo pequeño que sobre, ES PARA DEFENDEREL PAIS.
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