La alcaldesa de Bogotá, aplaudida por un sector de la decadente prensa capitalina, se ha consolidado como una abusiva y alevosa peleona de esquina concentrada en hacer politiquería con la pandemia mientras la ciudad sucumbe ante el virus.
Las cifras son altamente preocupantes. Más de 53 mil personas infectadas y el 90% de las camas en cuidados intensivos ocupadas, las circunstancias obligan a que la mandataria se concentre en la atención de la crisis y no a los insultos al presidente de la República, tratando de achacarle a él la culpa de lo que está sucediendo, cuando las evidencias demuestran que su administración ha sido incapaz de controlar la expansión de la pandemia.
Cuesta entender las decisiones administrativas adoptadas por la alcaldesa López, como por ejemplo las exageradas erogaciones para la instalación del hospital temporal en las instalaciones de Corferias, donde la ciudad gastó más de $250 mil millones de pesos para instalar camas que no son aptas para la atención del COVID-19.
Ahora, cuando las unidades de cuidados intensivos están a punto de colapsar, habría sido importante invertir ese cuarto de billón de pesos en la ampliación de las UCI en la capital de la República.
El panorama sería mucho más halagüeño si esos recursos hubieran sido invertidos en ventiladores y en la adecuación de camas para la atención de personas contagiadas con el COVID-19.
La reacción de la alcaldesa, ante cualquier cuestionamiento siempre es igual: insultos, descalificaciones y agresiones verbales. Aquel que se atreva a cuestionarla, es objeto de su virulencia, como le está ocurriendo al exfiscal general, Néstor Humberto Martínez Neira quien, precisamente, es la persona que ha alertado sobre la absurda contratación de Corferias.
Si la alcaldesa López hubiera entendido desde el principio que la pandemia no era un mecanismo para apuntalarse políticamente, seguramente la suerte de Bogotá sería distinta y no estaríamos ante la tragedia que se está viviendo, con media ciudad en cuarentena rigurosa y el número de víctimas fatales creciendo aceleradamente.
Ese es el costo de haber elegido a una camorrera para que rigiera los destinos de la capital colombiana y no a una persona con inteligencia emocional, sabiduría y experiencia gerencial.
Publicado: julio 15 de 2020
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