A diferencia de cualquier otra entidad del Estado, la Fuerza Pública tiene una característica innegociable: la obediencia irrestricta a las órdenes que se emiten desde la respectiva línea de mando. No es capricho de los comandantes o del Gobierno de turno, sino es la esencia de las instituciones castrenses.
Sin acatamiento a los lineamientos sencillamente no sería posible que el Estado ejerciera la legitima autoridad con que hace cumplir las leyes. ¿Se imaginan donde cada uniformado del País controvirtiera las indicaciones que le dan sus superiores?… el caos sería tal que hasta la más sencilla operación generaría una división al interior de los estamentos.
Por eso, los soldados y policías de Colombia, al igual que sucede con todas las Fuerzas Públicas del mundo, cuando ingresan a las entidades castrenses aceptan esas condiciones y son conscientes de las consecuencias sancionatorias que conlleva la insubordinación, las cuales no son arbitrarias, sino que buscan garantizar la cohesión de la línea de mando al interior de las entidades.
Debido a esta situación, es inaudito que se ponga sobre la mesa la posibilidad de condecorar al patrullero Ángel Zúñiga, quien se rehusó a llevar a cabo un desalojo en Pance, Valle del Cauca, en un claro acto de insubordinación frente a la institución.
Ahora bien, por supuesto que los desalojos son difíciles. De eso no queda la menor duda. De hecho, son quizás una de las actuaciones más dolorosas que debe llevar a cabo la Fuerza Pública, en especial cuando se llevan a cabo frente a población en condición de vulnerabilidad, tal como sucede con las invasiones ilegales en las ciudades.
Sin embargo, el cumplimiento de la Ley no se puede ver afectado por consideraciones emocionales que cada uniformado realice en el día a día. De ser así, estaríamos acabando de facto la solidez institucional de la Fuerza Pública.
Además, si la condecoración se lleva a cabo el Estado le estaría enviando un mensaje muy claro a los 411.968 uniformados que tiene el País: no solamente no hay sanción si desobedecen las órdenes, sino que el Congreso, el Gobierno y los medios de comunicación exaltarán esa conducta.
Esta situación, indiscutiblemente, abriría la puerta para que de aquí en adelante los policías y soldados se sientan con la suficiente confianza y autoridad para ir en contravía de las ordenes judiciales y gubernamentales que por mandato constitucional deben cumplir.
Hoy fue la desobediencia frente a un desalojo, pero ¿qué será mañana? ….
La seguridad del País recae en las manos de la Fuerza Pública y en un contexto donde debemos luchar contra el narcotráfico, el crimen organizado y la extorsión no podemos permitir que la insubordinación se convierta en algo natural.
Publicado: junio 12 de 2020
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