Una sociedad que permite que de manera mediática masiva, se vulnere el derecho a la honra y al buen nombre de una persona que ha prestado sus servicios en la escena del poder público, en la que por causa, ha sido investigada pero no sancionada, ni condenada; es aquella que se somete a los juicios inadecuados promovidos desde las trincheras de los odios, de quienes guardan resentimiento por haber sido sometidos por la fuerza, al imperio de la ley.
En 2002 el país se encontraba en la incertidumbre política por el acorralamiento de la sociedad por parte de la guerrilla, que había declarado objetivo militar a los alcaldes y diputados de casi todas las entidades territoriales. Esa circunstancia generaba cada día más, un giro hacia la búsqueda de una alternativa que planteará el uso legítimo del poder para defender la institucionalidad y la preservación del orden público. A la par existía una agenda reposada que contenía un eventual acuerdo con las Farc, abortada por la terminación de la zona de despeje en el Caguán y esperanzada en una eventual candidatura que pusiera en la mesa los diálogos con la guerrilla más antigua de Colombia.
Del 2% en las encuestas de favorabilidad, comenzó a subir un hombre de provincia, con amplia formación en asuntos de Estado y con un discurso de “mano firme y corazón grande” avanzó sobre la autopista electoral construida por los abusos de quienes por la vía de las armas pretendían el poder. Así, el país electoral, le dio el triunfo y lo eligió Presidente de la República.
A Álvaro Uribe lo acompañaron todos los políticos y todos aquellos sectores que veían muy próxima y cercana una eventual victoria de los sectores políticos proclives a entregar el poder a la guerrilla colombiana. Y claro que el país también afrontaba una creciente paramilitar surgida desde las montañas y las calles del Valle de Aburrá, del Magdalena medio y de Córdoba, que unió a los amigos de Carlos Castaño, los de ganaderos cansados de las vacunas de la guerrilla y los antiguos perseguidos de Pablo Escobar.
Pero de esa realidad política, cada una en su diametral posición, que favoreció el triunfo de Álvaro Uribe Vélez en las urnas, hay una distancia enorme para aceptar la afirmación difamatoria, calumniosa e injuriosa, que hoy pretenden hacer ver como verdad, desde unos sectores que promueven el aniquilamiento de un proyecto político que lo ha venido encarnando de manera resistente el expresidente Uribe.
Esa serie le hace daño al expresidente Álvaro Uribe Vélez. Pero le hace más daño a Colombia y a los colombianos. No vivimos cualquier momento. Estamos cruzando unas coordenadas políticas por los efectos del COVID 19 y no se puede permitir que nos vean como una sociedad que promueve el derramamiento de sangre desde el Estado. Ojo con el desprestigio a la Patria. Es momento para legislar sobre la responsabilidad de la información que se publica por redes y medios, en pleno auge de la virtualidad.
Publicado: Junio 11 de 2020
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