Detrito o detritus (del latín detritus, «desgastado») es el resultado de la descomposición de una masa sólida que ha llegado a su máximo grado de degradación.
Pensamos que con Juan Manuel Santos (JMS) se cerraba un ciclo del deterioro de la política colombiana, que empieza en el Frente Nacional y acaba exactamente con este personaje nefasto para la vida nacional.
Pero no, sigue vivo y no solo urdiendo (síndrome de Brutus) la caída del doctor Uribe Vélez, quien le dio la dignidad de ser presidente, sino el desmembramiento de su partido Centro Democrático, como también la defensa maquiavélica y a ultranza de cuanta corrupción hubo en su gobierno, tal vez el más corrupto de los últimos 60 años. Es una semilla que no debe germinar.
Gracias a la divina providencia con el gobierno del presidente Duque retorna la decencia y las buenas costumbres políticas a la vida nacional, cuando parecía que de aquí en adelante nada podía ser peor en la dinámica de la política nacional, porque había llegado con JMS a su más alto grado de descomposición.
JMS fue y sigue siendo el súmmum de la putrefacción de la manera de hacer la política. De hecho se viene gestando su descomposición desde que se empezó a educar para ser presidente. Lagarteando en los últimos 30 años de gobernanza, cargos en el Estado de muchísima importancia.
Tiempo este suficiente para que alguien que no tiene los niveles mínimos de moral y ética se pudra en la materia orgánica de la política nacional.
Lapso donde se fue gestando casi sin que el mismo se diera cuenta, una especie de engendro que no tiene contemplación ni recato alguno para violar las normas constitucionales que rigen una nación que tiene cierto nivel de democracia. Porque, que esto suceda en otro país tercermundista, es muy posible, pero no en el nuestro que ha sido la Atenas suramericana y una de la democracias más antigua del continente.
Pero todo está sujeto a descomposición, todo organismo vivo puede pudrirse. Y el Estado de la única forma para que no se degrade es manteniendo limpia la sangre de la democracia, con el sano y justo equilibrio entre sus poderes públicos.
Así como la flor, es el esplendor de la planta, cuyo propósito natural es la reproducción, JMS es la flor de la descomposición nacional, y habrá que evitar a toda costa que se reproduzcan fenómenos como este, haciendo a tiempo, en democracia, las correcciones necesarias.
A JMS hay que hacerle un juicio político y penal muy serio, que ponga en sitial de honor la política y la justicia colombiana. Es la oportunidad histórica de rectificar tanto desafuero, acabando con el hedor putrefacto de la manera de hacer la política, que ha llegado a su epitome con este personaje infausto.
Y ha sido tan dañino el deterioro, que ha producido fenómenos como Ernesto Samper, Roy Barreras, Eduardo Montealegre, Armando Benedetti, a quiénes la justicia colombiana debe regresar al pozo putrefacto de donde salieron.
Publicado: junio 11 de 2020
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