La semana pasada abrieron el portón por donde ingresó la baja y ruin tesis de endilgarle responsabilidades a terceros por delitos cometidos por familiares. Ese portón abierto en medio de este escenario polarizado e irracional beneficia a quienes quieren convertir el debate electoral en una caldera, la cual puede terminar muy mal para todos.
Si un hermano de la vicepresidente de la República, doctora Marta Lucia Ramírez Blanco, fue capturado y condenado en los EE.UU hace 23 años por “conspiración por tráfico de estupefacientes” es responsabilidad total de su hermano. Y que Marta Lucia Ramírez, junto a su esposo, hubieran pagado fianza para que su hermano pudiera salir de la cárcel después de cuatro años y medio, es un acto cristiano, solidario, de humanidad, para con su hermano. Fin.
Que si la vicepresidente debió contar públicamente o cargar con un cartel durante toda su brillante carrera pública es un debate interminable en el cual no nos vamos a poner de acuerdo. Lo cierto es que, en ningún régimen democrático y moderno del mundo, ninguna persona puede responder por las culpas, fallas o delitos, cometidos por familiares, amigos o conocidos, quien pretenda acudir a ese miserable argumento está devolviéndose a épocas oscurantistas.
Quienes se metieron a las cañerías para escudriñar en la vida familiar de la vicepresidente, son los mismos mercenarios que bajo la figura de periodistas están al servicio de causas políticas, ideológicas, empresariales y de bandas criminales. Gonzalo Guillén y Julián F. Martínez (experiodista de Noticias Uno), quienes desempolvaron el hecho ilegal y reprochable del hermano de Marta Lucia Ramírez, son francotiradores que desde hace tiempo vienen orquestando y construyendo, financiados por terceros, narrativas infames contra el expresidente Álvaro Uribe, y todo lo que se mueva entono al actual Senador.
Gustavo Petro es una realidad política y electoral, un beneficiado de esa política mediocre y claudicante del Estado colombiano de estar indultando y amnistiando criminales y delincuentes de la peor peligrosidad como él, y que posteriormente se elevan como dueños de la moral y la ética pública, y referentes políticos. Quien militó en uno de los peores grupos narcoterroristas y perpetuador de la peor humillación a la que se hubiera sometido la nación como lo fue la toma a sangre y fuego del Palacio de Justicia no puede ser referente de ninguna causa decente.
Petro y su entorno conocen a la perfección que su electorado es joven, desconocedor por varias razones de la historia dolorosa que vivió el país. Esos jóvenes pertenecientes a las llamadas generación millennials y generación Z, crecieron en medio del inicio de la digitalización y expansión del internet donde la falta de rigurosidad, objetividad y veracidad en la información prima. Esa generación también fue formada por docentes asociados a FECODE, los cuales tiene agenda política e ideológica a favor de la izquierda. Sin profundizar en manipulación que ejercen docentes de universidades públicas y privadas sobre sus estudiantes y la falta de orientación de padres de familia que dejaron en manos de terceros la necesaria formación ideológica que se debe inculcar en la familia.
Da grima ver a quienes fueron los más rabiosos defensores del criminal y narcotraficante alias, “Jesús Santrich”, y los más fervientes defensores del acuerdo de La Habana donde se incluyó el narcotráfico como delito conexo al político, pidiendo cuentas y renuncia a la vicepresidente por el delito cometido por su hermano. Da asco su doble moral y frágil integridad.
Inquirir en la vida familiar del contradictor político puede salir mal, es una pésima práctica, porque ahí siempre se aplicará el dicho santandereano: «Familia donde no haya: bobo, puta, narco, reo, ladrón, maricón o pobre, que me escriba aquí su nombre».
Dejen de hurgar la vida familiar de los demás porque no aguantan el primer pinchazo cuando les hurguen la de ellos, sale pus hedionda.
Publicado: junio 16 de 2020
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