No pensaba hacer una pausa en mi análisis histórico sobre la separación de Panamá, pero leyendo los comentarios sobre créditos agropecuarios y asistencia técnica en las columnas de Andrés Espinoza y José Félix Lafaurie, devuelvo la película.
Hay muchos escritos sobre la recuperación de la economía centrados en la industria, comercio, turismo, transporte y sectores de igual importancia, pero no se ha analizado suficientemente la relevancia del sector agropecuario, la deficiencia alimentaria que generará la pandemia es una alerta roja sobre el riesgo del encarecimiento o escasez de víveres, pero, a la vez, una oportunidad para Colombia. Importamos muchos alimentos que con poco esfuerzo podemos producir para el consumo interno y exportar, en el país tenemos tierras apropiadas, agricultores, campesinos trabajadores y honrados, inversionistas, profesionales para prestar asistencia y, hasta buena parte de la plata, escasea la seguridad jurídica que, en muchos aspectos, requiere acción decidida e inmediata.
Rebobinando la película, me refiero a hechos pasados, pero perdurables: participé activamente en agricultura, en el Comité de Cafeteros de Antioquia, en la Caja de Crédito Agrario y en la mayoría de las juntas del sector; en la del Incómex, algo después, analizaba las importaciones agrícolas en una época de tremenda escasez de divisas; recorrí el país entero. Lo menciono, no para sacar pecho, solo para respaldar experiencias y conceptos.
En una de sus columnas José Félix analiza el comportamiento crediticio de pequeños agricultores y ganaderos. En el pasado recorrimos muchos predios de pequeños productores, observamos sus técnicas de cultivo, reorientamos sus inversiones a través del crédito, el apoyo de asistencia técnica, intereses razonables y sostenibles, suministro de semillas, abonos, pesticidas y otros insumos, pero, lo más importante: contábamos con la cultura del campesino de honrar la palabra empeñada y, ahí, me remito a cifras: en la Caja Agraria manejábamos una cartera vencida que fluctuaba entre el 4,5% y el 12% dependiendo de la región y el año, pero de esta, la menor proporción era la del pequeño agricultor, en este segmento la cartera vencida perdida nunca llegó al 1% lo que nos permitió frecuentemente prescindir de garantías reales. El campesino sigue hoy honrando su palabra.
Es el momento de llegar a ese productor, a los proyectos de economía solidaria, a los guerrilleros rasos que se reinsertaron con la ayuda efectiva de transferencia de tecnología a través de asistencia técnica integral, subsidiada en algunos casos, y que, en buena parte debería enfocarse a desarrollar proyectos parecidos a los de Holanda e Israel, que los harían altamente rentables; propiciar los grandes proyectos de la Altillanura y, otros, como los de Urabá, despejando los obstáculos jurídicos.
Es importante reinventar los sistemas de asistencia técnica, en lo que no me detengo por haber sido tratados por los autores mencionados, el acceso ágil a los insumos, al crédito dirigido, los seguros de cosechas, los bancos de maquinaria, el riego y drenaje, el mercadeo agrícola, la vivienda y la educación rural. Deberíamos repasar algunas cosas que han desaparecido por negligencia, satanización, majadería política o falta de imaginación. Solo menciono algunos: el almacenamiento rural de los productos agrícolas y la asistencia técnica ¿puede confiarse solo a la inversión privada? funcionará bien en el Valle del Cauca, áreas similares o manejadas por los gremios, ¿pero es práctico Llano adentro, Caquetá, Putumayo, Guaviare u otros por el estilo? ¿No valdría repensar Agro Ingreso Seguro así haya que cambiarle el nombre para evitar suspicacias? ¿almacenes de depósito y almacenamiento como Inagrario? o ¿las concentraciones de vivienda rural de la Caja Agraria que serían aplicables a los proyectos de economía solidaria?
El Rincón de Dios
“El plan de Dios es siempre el mejor, a veces el proceso es difícil y doloroso, pero cuando Dios está en silencio ¡algo está haciendo por ti!”
Publicado: mayo 29 de 2020
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