La semana pasada un grupo de congresistas del Centro Democrático propuso reducir el número de senadores y representantes a la Cámara que tienen asiento en el Congreso de la República como solución para reactivar la economía, la cual quedará maltrecha después de terminar el periodo de confinamiento.
Existe una palabra que tiene un significado especial para mí: pertinencia. La propuesta de reducir el número de congresistas es impertinente. Impertinente porque esta crisis inimaginada tiene a la gente en estado de confusión, alteración, desesperanza y angustia, elementos psicológicos que imposibilitan un estado de razonabilidad o de juicio, necesarios para debatir una propuesta de tremendo calado. Todos estamos alternados, no es para menos, estamos en detención domiciliaria.
No sé cuándo se convirtió en deporte nacional vender el sofá para esconder la infidelidad. El problema de Colombia no es el sofá, el problema son quienes se sientan en el sofá. Acabar con las instituciones democráticas o modificarlas no cambiará el estado de cosas calamitosas que estamos padeciendo no por causa del coronavirus sino por una serie de errores que no tiene nada que ver con el número de congresistas que tenemos.
Los populistas, demagogos, autoritarios, dictadores, autócratas, y sectores radicales de la política colombiana, deben estar felices porque un partido político, aliado del gobierno nacional, pretende apagar el incendio arrojando gasolina. Desde hace tiempo se viene sembrando odio entre los colombianos contra la clase política, la institucionalidad y contra el sistema democrático que nos rige, como mecanismo desestabilizador para lograr una transición en las urnas y modificar el sistema político democrático que nos rige por uno incierto.
La propuesta, fuera de impertinente e inoportuna, va en contravía de principios democráticos modernos, como los de preservar y defender la representación política en las diferentes corporaciones públicas que se desprenden de nuestra Constitución Política.
Los senadores y representantes cumplen una función de representación ciudadana y de control político: los primeros tienen representación nacional, los segundos, representación regional. Argumentar que con los salarios pagados a congresistas que supuestamente sobran se podría reactivar la economía es de una miniatura insuperable. Pretenden reactivar la economía con centavos.
También argumentan que Italia lo hizo. Italia modificò la composición de su parlamento porque su anterior composición de 945 parlamentarios hacia inmanejable la coalición para gobernar dentro de su régimen de república parlamentaria. Hoy Italia tiene 600 parlamentarios. Francia, 925. Reino Unido,1.426. España, 625. Alemania, 778.
Insistimos en que los problemas que padece el Congreso de la República no radican en la institución congresional, son males que traen algunos integrantes del Congreso de la República. Recuerdo que un día un exsenador de la República me dijo que no existía un lugar que representara a la perfección lo que somos los colombianos como el congreso; “allí llegan personas decentes, inteligentes, honorables, trabajadoras, cristianos, pero también llegan ladrones, guerrilleros, paracos, contrabandistas, putas y maricas.”
Esta metáfora tan cierta nos permite insistir que no podemos seguir la escuela de la demolición de instituciones políticas, sociales o democráticas, para esconder y evadir los debates y las grandes transformaciones que necesita el Estado colombiano.
No se equivoquen ni se engañen. Esta propuesta golpea la descentralización política y concentra el poder en el bogocentrismo. A quienes más beneficia reducir el congreso es a los clanes políticos, a los corruptos, a quienes tiene vínculos con empresas criminales, a quienes son favorecidos por los grandes medios de comunicación, a los congresistas que están al servicio de poderes económicos, a los faranduleros. Esta propuesta golpea la descentralización política y concentra el poder en el bogocentrismo.
Publicado: abril 21 de 2020
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