Pensamos en todo, nunca en una pandemia, estamos en una zona desconocida, son algunas de las palabras de los gobiernos alrededor del mundo. La población por otro lado, había olvidado que la realidad en que vivía era demasiado frágil. Los acontecimientos de la pandemia han cambiado la forma de vida en un lapso apenas de tres meses desde que empezaron a llegar los primeros indicios de contagio en el planeta.
Las formas en que el Covid-19 ha hecho presencia en nuestras vidas, abarcan una compleja relación entre las condiciones de interacción en el mercado y las expectativas sobre el mediano y largo plazo sobre la estabilidad económica, social, incluso cultural de la raza humana. Sin distingo alguno, la población mundial se igualó por primera vez en muchos años a una misma condición, el confinamiento y las restricciones ante cualquier riesgo de contagio. Para entonces, logramos comprender que la vida es la prioridad en estos momentos.
No obstante, de lo anterior, aparece un dilema entre vida y economía, entre salud y trabajo, entre confinamiento y riesgo, la incertidumbre abarca los principales blogs que siguen de cerca la evolución de la pandemia en el planeta. Aunque nada esta consumado aún, los seres humanos parecen haber coincidido en algo: “la vida primero y después el resto”
En un modelo social tan complejo en que los intereses particulares tienen efecto sobre el bienestar general, la crisis económica desencadenada ha hecho posible revisar las condiciones en que la política económica está pensada para actuar y la legislación interviene para acelerar la construcción de un estado de bienestar, nunca el Estado ha estado tan vigente como hasta ahora, dos episodios similares recuerdan la intervención del Estado en la economía nacional: la primera guerra mundial y el desplome económico de 1930, así lo demuestran los cálculos sobre la ciada del PIB real en América Latina.
El Estado nunca ha perdido vigencia, por el contrario, es una institución que abarca las formas de progreso en un Nación y dicta las normas a través de las cuales sea posible la convivencia, el bienestar y el desarrollo de la vida de cada ciudadano. Contrario a las tesis liberales que abogan por una intervención mínima del Estado en las decisiones del mercado, este ha logrado reafirmar la necesidad que tiene la población por su intervención.
Colombia no es ajena a tales circunstancias, el Gobierno Nacional ha movilizado en un corto plazo recursos económicos de hasta el 7.3% del PIB y en aumento, el gasto público ha logrado expandirse a niveles superiores del 40% y la liquidez ha incrementado su velocidad en más de 5 veces el nivel de disponibilidad de medios de pago. No se trata de cual calculo hace que crezca mas el gasto o la expansión monetaria, se trata de buscar la eficiencia marginal en el logro de los objetivos de atención de la pandemia, lo cual deja de manifiesto que el gobierno ha estudiado cada uno de los escenarios de gasto posibles para superar los costos de esta crisis y al mismo tiempo ha transferido a los entes territoriales una de las responsabilidades más grandes: usar los recursos con total eficiencia y transparencia. Si el país tiene una bolsa de recursos lo suficientemente grande, también debe tener planificadores del gasto lo suficientemente expertos, las entidades territoriales carecen de estos últimos.
Lo cierto es, que los costos de la pandemia no solo implican el monto de recursos dispuesto por el Estado, sino que toca directamente la capacidad de uso de los mismo, al tiempo que trata de controlar la mortalidad empresarial, el deterioro del mercado laboral, la desaparición de los establecimientos comerciales, y las necesidades de más de 22 millones de colombianos que se encuentran en el mercado laboral.
Los costos de la pandemia, no son solo económicos, son sociales y culturales, pues en la medida que vayamos acatando las instrucciones para superar esta crisis, podremos salir más rápido hacia la recuperación, si, por otro lado, nos movilizamos hacia la crítica y la protesta, difícilmente podremos lograr la salida del país de esta dura situación. Para salir adelante también necesitamos algo de los colombianos: su solidaridad.
Publicado: abril 30 de 2020