Es desconcertante que en medio de esta tragedia que a permito conocer con mayor realidad y dramatismo, dificultad que tienen millones de personas para garantizar su seguridad alimentaria y la de su familia, saber que gobernadores, alcaldes y ordenadores del gasto, le metan la mano al presupuesto destinado para atender con prontitud esta calamidad humanitaria.
Se sabe que la otra pandemia que no hemos podido erradicar es la peste de la corrupción; que sigue inmune y sin conocer vacuna que acabe con ese virus que ha matado a más personas que las proyectadas por el coronavirus. Uno esperaría de estos hampones -los de cuello blanco- que aplicaran reglas de honor como las que aplican los capos que prohíben meterse con sus familias como medio de venganza o ajuste de cuentas, la cual, equiparada para el momento, exigiría como norma de conducta criminal la prohibición de robarse los dineros destinados para comprar alimentos y elementos básicos para atender los más necesitados. Es una propuesta absurda pero desesperada, pedir pausa en la robadera mientras dura la emergencia.
En el pasado, y recientemente, hemos conocido noticias de capturas y condenas de funcionarios públicos y contratistas que se han robado el Programa de Alimentación Escolar (PAE) destinado para garantizar en miles de casos alimentos diarios y únicos a miles de niños y jóvenes. Sino tuvieron pudor ni se sonrojaron a la hora de robarse la plata de ese programa noble, necesario y humano, menos van a tener pausa en medio de este caos, confusión, perturbación y alteración que genera este estado de emergencia. Los corruptos están de festín.
El Contralor General de la República, prendió las alarmas y dejo en el ambiente que en una semana se habrían perdido más de $80 mil millones de pesos destinados para atención del coronavirus. De igual forma el Fiscal y el Procurador han alertado y advertido que quien le meta la mano al presupuesto por estos días la van a pasar muy mal. Bien por alarma y por anuncios de quienes representan instituciones encargas de ejercer control y vigilancia. Pero es necesario que el país presencie que esos anuncios en tonos amenazantes en medios de comunicación pasan a ser hechos procesales y judiciales que se materializan con capturas y condenas ejemplarizantes.
Este país no puede seguir siendo permisivo y pusilánime frente a estos hechos de corrupción que deberían ser listados como delitos de lesa humanidad. Necesitamos con urgencia que el nuevo fiscal proceda sin pausa para que por primera vez en la historia judicial de Colombia brille la justicia ejemplar contra estas bandas criminales que operan desde gobernaciones y alcaldías.
También entender que la lucha contra la corrupción no puede ser selectiva ni politizada. Tampoco creer que la corrupción convive en cierto sector político e ideológico y en los otros no. Eso es una necedad estúpida. La corrupción no es un mandato político ni ideológico, la corrupción es una vocación individual y criminal que opera en todos los partidos políticos, en todas las ideologías y en las oficinas publicas que menos se espera.
Luchar contra esa pandemia debería se prioridad de la sociedad. Pero lamento decirlo, es una tarea difícil. Solo se requiere mirar el Instagram de esos hampones quienes posan con sonrisa de oreja a oreja, repartiendo mercados, para saber que reciben el homenaje a través de like, corazoncitos o me gustas de miles de personas que siguen adulándolos, protegiéndolos, votando por ellos, a sabiendas de lo que hacen.
Esto esta podrido por donde se le mire.
Publicado: abril 14 de 2020
3.5