Hablar de aborto en un país como colombia necesariamente implica tocar diferentes aspectos del panorama político nacional. El primero de ellos, el impacto que tiene en nuestra ética colectiva la religión; en segundo lugar, el papel que cumplen las ramas del poder público en el diseño de políticas públicas en el país; y tercero, los problemas asociados a salud pública que no pueden ser olvidados.
Debo entonces iniciar diciendo que como hombre converso, de fe católica practicante, que me encuentro completamente en contra del aborto. Personalmente veo en la vida misma el milagro y la viva muestra de Dios. Vida que comienza desde el momento mismo de la concepción. No solo no existe ley positiva que otorgue el derecho al aborto, sino que la vida misma debe ser protegida y este es un valor supremo del Estado Colombiano.
Sin embargo, y ante la ausencia de regulación positiva por parte del Congreso, la Corte Constitucional permitió la despenalización del aborto bajo tres causales completamente claras: (i) la malformación del feto, (ii) cuando la vida de la madre corre peligro, y (iii) cuando el embarazo ha sido fruto de una violación. Soy un hombre de fe, pero también soy un hombre sensato, y creo en el valor de las instituciones. En tal medida, y sin anteponer mis creencias personales, acaté la jurisprudencia de nuestro tribunal constitucional, como medidas extremas a tomarse en situaciones de alta complejidad, así no comparta su posición.
Las Cortes, no contentas con su poder, han ido tomándose cada vez mayores atribuciones; subrogándose incluso en las funciones del legislativo. Según las últimas noticias existe una ponencia sobre el aborto que está siendo discutida en la Corte, y que según los medios, permitiría el aborto hasta la semana 16; esto es una afrenta al valor mismo de los frenos y contrapesos de nuestra constitución. No es posible que la Corte Constitucional continúe legislando por medio de sentencias. No es posible que nueve Magistrados tengan mayor fuerza y representación que el mismo Congreso.
Lo cierto es que el tema no es sencillo. No existen cifras claras sobre el aborto pero si existen cifras claras sobre la deficiente educación sexual en el país. De acuerdo a cifras del Ministerio de Salud, de cada cinco adolescentes entre 15 y 19 años al menos una ha estado alguna vez embarazada. De éstas, el 16% ya son madres y el 4% está esperando su primer hijo. El 13% de las mujeres menores de 15 años ya ha iniciado una vida sexual activa.
Debemos pararle bolas al aborto como un problema de salud pública, claramente, pero también los embarazos indeseados si se ven desde una vista epidemiológica. Garantizar una mayor calidad en la educación sexual de nuestro hijos debe ser un deber no solo del estado sino de nosotros como padres. Despenalizar el aborto es permitir, a mi entender, que hombres y mujeres puedan ser menos responsables con su salud sexual. Del mismo modo, debemos estar atentos ante el gobierno de los jueces. Discusiones como esta requieren de la mayor representatividad a fin de que gocen del máximo de legitimidad posible.
Publicado: marzo 2 de 2020