En estas primeras semanas de Daniel Quintero Calle al frente de la alcaldía de Medellín, hemos visto decisiones que resultan difíciles de comprender.
Es cierto y preocupante el nivel de contaminación ambiental en Medellín, construida en medio de un valle en el que es extremadamente complicada la circulación del aire, razón por la que las partículas contaminantes permanecen demasiado tiempo en el cielo de nuestra ciudad.
Urge entonces, que se adelanten estudios certeros, para efectos de diseñar e implementar soluciones de fondo, las cuales no deben descartar megaproyectos de ingeniería que incluyan la instalación de artefactos de alta potencia que coadyuven a la circulación del aire.
Ahora bien, no se puede tapar el sol con un dedo y negar que la emisión de gases producida por los vehículos, aportan a la contaminación ambiental. Aquello, no tiene argumento en contra. Pero no es menos cierto que prohibir el uso de carros particulares, está lejos de ser la solución.
El “pico y placa ambiental”, que se piensa decretar por parte de la administración de Quintero -medida que ya está siendo implementada en Bogotá por parte de Claudia López-, es una iniciativa populista, que no soluciona el problema, pero en cambio sí tiene efectos devastadores sobre la ciudad. En una situación de incertidumbre económica como la que se vive en el mundo, no es sensata la imposición de una prohibición que afecta dramáticamente al comercio de la capital antioqueña. Por cuenta del Coronavirus, el mandatario local puso en el congelador el decreto. Ojalá estas semanas, le den un espacio para la reflexión y entienda que esa determinación es tremendamente nociva.
Además de entorpecer la cotidianeidad, aquel pico y placa desacelera el comercio. Los días en que se prohíbe la utilización de vehículos, las ventas reflejarán una caída significativa. Si los almacenes -independientemente de si se trata de pequeñas o grandes superficies- reducen sus ingresos, el efecto será devastador en todos los aspectos: el recaudo de impuestos y la generación de empleo.
Nunca es buen momento para hacer ese tipo de experimentos y menos ahora, cuando hay que dejar de lado las diferencias ideológicas, con el propósito de cerrar filas en defensa de nuestra economía. Con la tasa de cambio por los cielos y la contracción del precio del petróleo -principal fuente de ingresos de Colombia-, no es aceptable que el alcalde improvisador de Medellín, que juega a ser L’enfant terrible, con el propósito de mostrar reducciones fantasiosas de la contaminación ambiental, insista en prohibir la circulación de vehículos.
Claro que hay que adelantar campañas de concientización para disminuir el uso de vehículos, promoviendo por ejemplo lo que en Estados Unidos se llama el “car pool”, que consiste en que vecinos y amigos compartan su carro y en vez de que una persona vaya sola en un automotor, en este viajen tres o cuatro.
Igualmente, se requiere que el Estado incentive la importación -con beneficios arancelarios- de carros eléctricos. Y el sector privado, tiene ante si una maravillosa oportunidad, de construir la infraestructura necesaria para que éstos puedan circular por toda nuestra geografía.
Por el bien de nuestra ciudad, ojalá el alcalde Quintero tenga en cuenta que gobernar implica seriedad y capacidad de comprender que todas las decisiones que adopte un mandatario, siempre tienen consecuencias. Y, en el caso del “pico y placa ambiental”, los beneficios son minúsculos y pasajeros, pero en cambio su costo resulta elevadísimo.
Dejando de lado las diferencias políticas, en el ámbito humano, no puedo cerrar estas líneas sin expresarle al alcalde Quintero y a su esposa, toda mi solidaridad con la esperanza de que su pequeña hija supere el impasse de salud por el que está atravesando.
Publicado: marzo 16 de 2020