Me parece magnífico que la Justicia Especial para la Paz (JEP), se haya encargado de
desacreditarse ella misma mostrándoles a los colombianos, con hechos (aberrados fallos, activismo político, corrupción, nepotismo, etc.), la verdadera razón para su existencia, el porqué de la creación de esa “justicia” paralela.
Ya no hay quien pueda albergar duda de que ese perverso tribunal concebido por los narcoterroristas de las FARC y elegido por ese exótico puñado de asesores extranjeros Enrique Santiago (español), Juan Méndez (argentino), Álvaro Gil Robles (español), Diego García Sayán (peruano), algunos con evidentes tendencias izquierdistas, no tenía otro propósito diferente al de asegurarles el indulto a los bandidos de las FARC y vengarse con saña de todos los que, de una u otra manera (militares o civiles), osaron perseguirlos o estorbarlos a lo largo de su sanguinaria carrera delictiva.
Un tribunal que su presidente la magistrada Patricia Linares califica como “modelo inédito de justicia”, y no sin razón, puesto que es una “justicia” arbitraria, despótica, abusiva, con manifiesto activismo político, y del que alias “Timochenko” jefe de las FARC dice que fue “creado por los mismos insurgentes para someterse a ese tribunal”. Una maravilla como dijo hace un par de días el del Nobel, que “el mundo entero admira a la JEP, que es ejemplo para todos”, imagino que cuando habla de todos se refiere a los bandidos y a los extranjeros que aún creen en el cuento de la paz que él les vendió, porque aquí los colombianos estamos indignados, perplejos, después de conocer el afrentoso fallo sobre el carro bomba que pusieron las FARC en la Escuela Superior de Guerra en Bogotá (2006), que dejó veintitantos heridos entre militares y civiles, en el que dice que ese hecho se ajustó al Derecho Internacional Humanitario, que la escuela era un blanco lícito y que por esa razón no solamente concedía la amnistía y la libertad inmediata Marilú Ramírez, la narcoterrorista que se infiltró en el ejército para poder llevar a cabo el hecho, sino también, que les retiró la calidad de víctimas a los militares que fueron heridos incluidos aquellos que quedaron con lesiones de por vida.
Mucho se advirtió sobre las graves consecuencias que este engendro acarrearía al país por la aciaga incidencia que ejerce en la democracia y la institucionalidad, nuestros temores no eran infundados por eso dijimos NO el 2 de octubre de 2016.
Y si no acabamos pronto con ese adefesio seguiremos viendo toda clase de aberraciones, de atropellos a las víctimas como lo que están haciendo con los que fueron secuestrados y esa nueva historia que les están reescribiendo, porque la JEP seguirá impartiendo su “inédita justicia”, pasando por encima de las verdaderas víctimas para proteger desde esa supuesta “institucionalidad” a criminales, que como ya quedó demostrado, siguen campantes en las mismas andanzas.
¡No más JEP! Fuera con ese infame tribunal de indultos y venganzas.
Publicado: marzo 14 de 2020
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