La verdad y la mentira. El eterno dilema que es inherente al ser humano y que pareciera nunca desaparecer. De niños siempre nos conminaron a sostener lo cierto, pero de grandes parece que hacerlo es casi que un pecado.
La corrección política de nuestro tiempo nos obliga a adornar en exceso la realidad, a tal punto que cuando se dicen las cosas de frente y sin filtro, como debería ser siempre, el mundo se rasga las vestiduras. Prácticamente es más sencillo mentir que ser sincero.
¿Acaso se equivoca la Ministra Alicia Arango al sostener que todas las muertes son igual de dolorosas? Por supuesto que no. Sin importar si el fallecido es un líder social o un parroquiano común y corriente, el Estado debe prestar la misma atención. No puede haber pedestales para nadie.
Como tal, todos sabemos que la inseguridad en nuestro País es el desafortunado pan de cada día. Desde la persona que lidera un proceso de restitución de tierras en Córdoba y tiene que someterse a las amenazas de los grupos ilegales, hasta el estudiante universitario que monta en Transmilenio y corre el riesgo de salir herido cuando lo atracan por quitarle el celular, todos tienen derecho a que el Estado adopte medidas para garantizarles su integridad.
Por eso, crucificar a la Ministra por ser frentera es el mayor de los absurdos que se pueden cometer. Ojalá los altos cargos del Estado fueran ocupados cada vez más por funcionarios que no le temen a las reacciones de los medios y las redes sociales y que, por el contrario, transmiten el mensaje de una manera contundente. Muchas veces, el exceso de formalismo genera una desconexión entre las autoridades y el ciudadano de a pie.
Las cosas se tienen que llamar por su nombre y no nos podemos escandalizar por eso. Ahora bien, con esto no estoy minimizando la problemática de los líderes sociales. Ni más faltaba. El vacío de autoridad en varias zonas del País y la lucha por el control del narcotráfico son factores que repercuten directamente en las condiciones de seguridad de las personas que alzan su voz contra esa desafortunada realidad.
Sin embargo, carece de fundamento culpar al Gobierno Duque por ello. La difícil herencia que se recibió de la administración anterior está siendo revertida por una política de seguridad que logró detener el crecimiento de los cultivos ilícitos y que está permitiendo que la Fuerza Pública recupere el control de zonas que antes estaban completamente abandonadas.
Ministra Alicia, no se retracte. El País necesita dejar a un lado tanta mojigatería y hablar las cosas como son. Todas las muertes son detestables, sin importar si son de izquierda o de derecha. Lo realmente importante es que, en vez de preocuparnos por adornar la verdad, se tomen acciones concretas que reduzcan los índices de criminalidad en las regiones de Colombia.
Publicado: marzo 6 de 2020
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