Menuda polémica causó esta semana el llanto de un Juez y un abogado defensor de oficio, mientras se adelantaba la audiencia de imputación de cargos contra un hombre que maltrató, torturó y abusó sexualmente de un bebé de escasos 22 meses de nacido, que falleció tras padecer los peores vejámenes a que pueda ser sometido un niño.
¡Y es que no era para menos! El llanto del jurista y el litigante es apenas comprensible, toda vez que ellos tuvieron que escuchar paso a paso, la forma como el despreciable sujeto, quien aceptó los cargos, golpeó hasta las fracturas, quemó varias partes de su cuerpo, hizo pasar hambre y abusó del menor hasta ocasionarle la muerte.
No son pocas las veces en que los colombianos nos hemos estremecido ante el relato de tragedias como la de la niña Yuliana Samboní, y otros tantos donde se pone en evidencia la capacidad de daño que puede llegar a causarse a un niño, y lo que es peor; son casos donde el victimario ni siquiera se inmuta ante el horror de sus propios actos.
La lista de crímenes contra los menores en Colombia es interminable; nombres como el de Luis Alfredo Garavito, Rafael Uribe Noguera y otros tantos, pasarán a los anaqueles de la historia como el retrato de un país que -aunque nos duela reconocerlo- es un país que viola y mata niños. Todos sabemos quiénes son los victimarios: a estos perversos criminales, de la más baja calaña, los hemos visto en los diarios y en la televisión, algunos de ellos tranquilos, y otros hasta riendo de forma socarrona, como si se sintieran orgullosos del nivel de maldad al que llegaron.
Paradójicamente, las caras de los asesinos se nos volvieron tan comunes, que corremos el riesgo de que terminen convirtiéndose en paisaje. A pesar del horror de sus actos, a pesar del sufrimiento de sus inocentes víctimas, y muy en especial, a pesar del dolor de una sociedad que, aunque aún no entiende como esto puede suceder, termina por asimilarlo, y hasta olvidarlo, en una especie de Alzheimer colectivo que nos está convirtiendo en personas insensibles, cuya capacidad de asombro está cada vez más menguada porque, a pesar de la indignación, el sentimiento es de impotencia ante un sistema judicial en extremo laxo, y preñado de tan benévolas garantías para los victimarios.
Y no es que no se esté dando la pelea contra la barbarie. Muy por el contrario, el país ha redoblado esfuerzos en esta lucha. Desde el Congreso de la República, y en contra de sectores políticos como el partido Farc, muchos de cuyos integrantes están acusados de graves delitos contra niños y niñas que estuvieron reclutados en sus filas, es uno de los que más se ha opuesto a nuestra propuesta de cadena perpetua para violadores y asesinos de niños, una herramienta que resulta fundamental no solo para prevenir que estos hechos se repitan, sino además para impartir justicia a los criminales, y resarcir en parte el dolor de tantas familias que han padecido este flagelo.
La realidad desalienta, el panorama es sombrío. El próximo 22 de abril de cumplirán 21 años desde la captura de «la bestia» Luis Alfredo Garavito,y aún no sabemos el número exacto de niños que violó, torturó y asesinó, y tal vez nunca lo sabremos; mientras tanto, él da cátedra religiosa en la prisión, posando de redimido. Y así muchos casos como los denunciados por hombres y mujeres de la corporación Rosa Blanca, quienes siendo menores de edad sufrieron toda clase de abusos por parte de sus comandantes al interior de las filas de las Farc. Comandantes que, pese a tener gravísimas denuncias en su contra, hoy pululan por la arena política del país, fungiendo como adalides de la justicia, y vendiéndose como un faro moral en una sociedad que no entiende cómo pudieron pasar de villanos a héroes.
A mí en lo personal me reconforta el llanto del Abogado y del Juez que hoy son polémica en redes sociales; y me alienta porque esto lo que demuestra es que no todo está perdido. Que no somos como podría pensarse, «un país que ya no llora»; sino que por el contrario, seguimos siendo una nación de gente buena, capaz de estremecerse ante barbarie, y esto es una luz de esperanza para que entre todos sigamos buscando la manera de proteger a nuestros niños.
Yo entre tanto, seguiré mi lucha desde la Cámara de Representantes para lograr que este tipo de atrocidades no quede impunes… sí, y mil veces sí a la cadena perpetua para violadores y asesinos de niños.
Feliz semana para todos.
Publicado: febrero 6 de 2020
4.5