El caso judicial de la prófuga Aida Merlano, permite revelar la hipocresía, doble moral e incoherencia que cunde como la mala hierba entre la sociedad, pero fundamentalmente entre quienes tienen influencia en la formación de opinión y orientan las ideas de los colombianos.
A la prófuga Aida Merlano, pretenden mostrarla como la gestora de la corrupción electoral (especialmente en la costa atlántica). Claro que Merlano es una mujer inescrupulosa que ascendió políticamente no precisamente por ser forjadora de ideas entre los electores de Barranquilla o del Atlántico; Merlano representa la podredumbre que habita entre la clase política, entre el electorado, los medios de comunicación, el poder judicial, y la sociedad que sabe, conoce, vota y sigue votando y eligiendo candidatos que tienen como poder persuasivo para conquistar el voto la compra misma del voto.
Merlano no es el problema de la política Colombia: la deportación, extradición, condena o supuesta delación de Merlano no va a solucionar la crisis de la política local y regional que en su mayoría se mueve por el poder del dinero, de los clanes, de poderes económicos, y lo peor, por el poder intimidante que ejercen organizaciones criminales. Merlano se fugó de la cárcel porque ella y todos sabemos que el sistema penitenciario que tenemos es corrupto y se mantiene por el poder que ejercen los cerca de 100 sindicatos que mantienen en pie al INPEC.
Centrar los ojos solo en el caso Merlano, exigir su escarnio público, y opinar sobe lo divino, lo humano y lo judicial, ahora que fue supuestamente capturada en Venezuela, es esconder nuestros propios males y no entender que la política de Estado del presidente Iván Duque, está por encima de una delincuente más como lo es Merlano. El presidente procedió correcta y coherentemente al no solicitar la extradición inmediata al régimen de Nicolas Maduro, con el que han roto relaciones diplomáticas casi la totalidad de gobiernos democráticos del mundo.
Todos conocemos la tragedia que vive Venezuela, todos padecemos a los cerca de dos millones de venezolanos que deambulan por nuestras calles como para extendernos en exponer el peligro que representa la dictadura castrochavista. Aquí lo que debe llamar la atención es que mientras seguimos mirando la paja del ojo de Merlano seguimos viendo la viga en el ojo de los Merlanos que siguen gobernando nuestras regiones y representándonos en las diferentes corporaciones.
Mala cosa que no seamos capaces de aceptar que terminamos siendo peores que la prófuga Merlano cuando seguimos aprobamos elección de candidatos que se eligen con gastos multimillonarios y comprando votos producto de la corrupción administrativa, el narcotráfico y otras actividades ilegales. Mala cosa creer que en nuestros municipios y departamentos no existen senadores, representantes, concejales, diputados, alcaldes y gobernadores que son peores que Aida Merlano. Lo sabemos, lo saben, aparecen con ellos en Instagram presumiendo sonrisas, los aplauden como si fueran faros morales o referentes éticos de nuestra sociedad.
Colombia necesita con urgencia la tan aplazada reforma política que permita acabar con el voto preferente, que modernice los partidos políticos, que permita elecciones primarias entre sus militantes, que sea rigurosa en selección de sus candidatos. Pero fundamentalmente, es urgente e inaplazable para impedir el nacimiento de nuevas Merlanos la formación y educación individual y colectiva de la sociedad que decante en las ideas, el debate, la contradicción la nueva forma de hacer política. Podemos, tenemos ya varios ejemplos.
Publicado: febrero 4 de 2020
3.5