Lo que estaban haciendo en el Centro Nacional de Memoria Histórica era narrar selectivamente los hechos violentos de las últimas décadas en Colombia y donde el sesgo ideológico estabà por encima de su propósito normativo.
El Centro Nacional de Memoria Histórica es una institución creada dentro del cumplimiento de la ley de víctimas y restitución de tierras (Ley 1448/2011); tiene como objeto la “recuperación, conservación, compilación y análisis de todo el material documental, testimonios orales y por cualquier otro medio, relativo a las violaciones ocurridas con ocasión del conflicto armado interno en Colombia.” Desde su creación fue dirigido por el doctor Gonzalo Sánchez Gómez, quien estructuró un equipo de investigadores que “se han encargado de contar lo sucedido en zonas golpeadas por el conflicto.”
Para consolidar la “memoria del conflicto” el doctor Sánchez, contrato como investigadores del CNMH a Rodrigo Uprimny, León Valencia (exterrorista del ELN), Patricia Linares (actual presidente de la JEP), Cesar Caballero, Pilar Riaño, Teófilo Vásquez, entre otros académicos. Nadie puede desconocer la posición ideológica, académica, jurídica y política que han tenido los investigadores referidos, no censuramos sus posiciones frente al conflicto armado, tienen derecho a tenerla y narrarla, pero era notorio que estas opiniones adquirieron posición dominante y privilegiada en la narrativa del CNMH.
La elección del presidente Iván Duque, estremeció los cimientos del establecimiento construido entorno al acuerdo de La Habana por generar ruptura política e ideología en la presidencia de la República; esto repercutió en la estructura y fines de instituciones como la del CNMH, la Unidad de Victimas o la Comisión de la Verdad. La designación del doctor Darío Acevedo Carmona -quién representa a otro sector ideológico, académico, jurídico y político del espectro nacional- como director del CNMH irritó hasta no más no poder al club de privilegiados que se habían tomado estas instituciones encargas de construir la memoria del conflicto armado y que daban por hecho que la memoria estaba escrita, impresa y lista para publicar y quedar como la única narrativa del conflicto que sumada a la que escriben en la Comisión de la Verdad pretenden dejar a los victimarios y victimas, Estado y terroristas, en condición de igualdad en la memoria de las presentes y futuras generaciones.
El debate de la no renovación de la membrecía de Colombia como integrante de la Coalición Internacional de Sitios de Conciencia y la Red de Sitios de Memoria Latinoamericanos y Caribeños (Reslac) es otra pequeña excusa para continuar el linchamiento moral, ético y público que tienen contra el doctor Acevedo los investigadores y barras bravas afines al acuerdo de impunidad. La violencia en Colombia tiene diferentes lecturas que merecen ser escuchadas y reconocidas, excluir a través de persecuciones mediáticas a quienes tienen otra narrativa de la violencia es negarle a los colombianos tener diferentes narrativas y verdades de lo que pasó realmente en Colombia.
A mí particularmente me interesa la verdad judicial, la que queda escrita en las sentencias judiciales, no me interesa la narrativa de Rodrigo Uprimny, ni la verdad de Francisco de Roux.
Publicado: febrero 11 de 2020
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