El hecho que una impresionante mayoría de ciudadanos haya apoyado al médico que mató –y no asesinó, para ser precisos- a tres asaltantes, llama a reflexión. La ciudadanía aprueba lo sucedido, por sentirse representada en una situación cotidiana en la que los delincuentes parecen llevar la delantera y resultar siempre gananciosos, frente a las víctimas, muchas veces fatales, que caen en el anonimato de la estadística.
Más allá de los aspectos legales de la legítima defensa, lo que se ve es una sociedad a punto de reventar ante fuertes presiones: desempleo, corrupción, impunidad e inseguridad. Esta última, es el problema número uno en las principales capitales del país y en determinados sectores rurales, justo donde están los cultivos ilícitos de coca. La vigilancia privada, los carros blindados, el porte de armas, los frentes de seguridad ciudadana y de seguridad industrial, son medidas que buscan auto proveer la seguridad que el Estado no alcanza a garantizar. Comunidades de comerciantes organizados, dispuestos a defender sus negocios y bienes a garrotazo limpio, son indicadores de la ruptura social en la que podríamos estar entrando. El linchamiento parece convertirse en un desahogo frecuente y generalizado, mientras aumenta la presión para la tenencia y porte legal de armas de fuego. A las armas se oponen gobernantes responsables que entienden que esta cultura de sangre caliente, de irresponsabilidad y de “cheveridad” no es la misma norteamericana. Pero las estadísticas lo demuestran: países con porte de armas regularizado tiene bajas ratas de homicidio, Uruguay, por ejemplo, mientras otros con severas restricciones como Venezuela, muestra altos índices de muertes por armas de fuego y el tráfico ilegal de armas aumenta entre los delincuentes, tan hábiles con el puñal como con el revólver o, lo mas aterrador, con el fusil.
La facilitación de armas de fuego para la defensa personal debe ampliarse, empezado por los miembros de la Fuerza Pública en uso de buen retiro -al fin y al cabo, pasaron toda su vida en medio de las armas- y a civiles previo entrenamiento registrado y obligatoriedad de polígonos periódicos. Junto al salvoconducto respectivo, la persona deberá portar el decálogo de seguridad con las armas, su tarjeta de tiro actualizada y las reglas de “enganche” para el uso de su arma. Sería necesaria también, una campaña educativa intensa y permanente que genere buenas prácticas de seguridad personal preventiva y responsabilidad en la tenencia y uso de armas de fuego.
Publicado: febrero 6 de 2020
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