Con los taches por delante. Así comenzó la extrema izquierda el nuevo año. Su propósito: debilitar y arrinconar al gobierno del presidente Iván Duque.
No se trata de caer en la trampa de las teorías conspirativas, sino de hacer una lectura tranquila de los movimientos de las últimas semanas del año pasado y los de los primeros días del que corre, para entender lo que está sucediendo.
El montaje contra el Ejército es una simple pica en Flandes. Así se ha rallado el campo de juego: desempolvando el cuento de las chuzadas que otrora fue tan efectivo. Sirvió para desprestigiar al gobierno del Uribe y para atajar la victoria del Centro Democrático en las elecciones presidenciales de 2014.
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La izquierda radical y los “desamparados” de la mermelada santista, no perdonan la voluntad del gobierno de Duque de combatir, con convicción y denuedo, a la corrupción.
Los ataques al presidente de la República han llegado a niveles de franca irracionalidad. Lo critican por haber tenido el hermoso gesto de dar unas colombinas a los niños de Bojayá, durante su reciente visita a esa adolorida población, que después de 17 años del brutal ataque de la banda terrorista de las Farc, aún no termina de recuperarse.
No deja de ser dramático que aquellos que fustigan al presidente por agasajar a los niños con dulces que compró y repartió espontáneamente, sean los mismos que estimularon y recibieron ríos de la mermeladacorrupta de Juan Manuel Santos.
Petro y sus adláteres son unos vulgares enemigos de la democracia. El pueblo colombiano decidió que Iván Duque gobernara al país hasta las 3 de la tarde del 7 de agosto de 2022 y ese mandato debe acatarse y, dado el caso, hacerse respetar.
Cuando de arrinconar al gobierno se trata, las fuerzas más oscuras confluyen. A Petro -el tristemente célebre “señor de las bolsas”-, se unen la banda terrorista de las Farc y las capas más corruptas de la política tradicional, como es el caso de Roy Barreras, uno de los congresistas que más beneficios obtuvo de la repartición indiscriminada del erario, durante el régimen de Juan Manuel Santos.
Quieren aplastar a Duque o, cuando menos, hacerle imposible la gobernabilidad. Ante aquel panorama, los defensores de la institucionalidad tienen el deber republicano de anteponer los intereses superiores de nuestra democracia, dejando de lado las diferencias legítimas que puedan existir, en aras de mantener vigente el régimen de libertades.
La mejor manera de enfrentar el asedio antidemocrático es ampliando la gobernabilidad de Iván Duque. Aquello, por supuesto, obliga a que se celebren acuerdos políticos alrededor de una agenda programática que no riña con el plan de gobierno, ni con el programa por el que cerca de 10.5 millones de colombianos votaron en 2018.
Publicado: enero 15 de 2020
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