Desconcertante la entrevista de la alcaldesa de Bogotá sobre las marchas, en la que instaló el retrovisor y dejó colar afirmaciones que no permitían distinguir si quien hablaba era la alcaldesa, un líder del paro o un opositor al Gobierno.
Con arrogancia, insistió en que “Necesitamos que el gobierno pase de la conversadera a las soluciones (…) porque de lo contrario la tensión va a seguir”. Veremos si ella le soluciona a Bogotá todos sus problemas en cuatro años, como demandan los marchantes que culpan a este gobierno de todos los males históricos del país y le exigen soluciones ya.
Indignantes sus acusaciones contra su antecesor y el Gobierno: Que el año pasado hubo estigmatización, militarización, toque de queda y un muerto, mientras que las marchas recientes, salvo cuatro excepciones, fueron pacíficas y “creativas”. Ya vimos los estragos de esas excepciones, y no le queda bien a la alcaldesa desconocer la violencia de las marchas de 2019 y cuestionar las decisiones.
Otra afirmación sorprendente: “los asesinatos son por los incumplimientos de los acuerdos de paz”, desconociendo los esfuerzos del gobierno y la realidad del narcotráfico como causa de la violencia. Y la tapa, que ameritaría investigación disciplinaria. En esta ocasión -dijo-, “No se vio al ESMAD asesinando jóvenes y agrediendo al ciudadano”; tremenda acusación, tratándose de la actual jefe de la policía bogotana.
Eso sí, tuvo que reconocer que los vándalos son infiltrados, organizados para generar violencia y, lo más grave, que hay alguien detrás de ellos. ¿De dónde vienen?, se pregunta. ¿Será que la alcaldesa no lo sabe?
Yo marché en 2008 contra las Farc, la más multitudinaria manifestación de nuestra historia, y hoy lo haría, pero en una que repita, con tonito golpeado de protesta callejera: No-más-marchas/no-más-marchas.
Millones de colombianos que necesitan trabajar y estudiar, están “mamados”, si se me permite el colombianismo, de las marchas y su violencia; y eso no quiere decir que no estén inconformes con los asesinatos, el desempleo, la corrupción y tantas cosas por las que se debe protestar, pero proponiendo soluciones, más que haciendo exigencias bajo amenaza de paro y violencia.
No creo en la protesta como arma de enemigos políticos derrotados, como chantaje extorsivo a las autoridades, ni como alternativa de cabildo abierto para imponer decisiones al gobernante, elegido “para gobernar” a través del sufragio. ¿Cuántos marchantes que reivindican el derecho a la protesta habrán hecho uso de su derecho al voto?
Finalizo con una protesta pacífica. Basta ya de permitir la agresión impune a la Fuerza Pública. En lo personal, esos policías acorralados por vándalos son colombianos humildes y con derechos. En lo institucional, la Fuerza Pública es baluarte de la democracia y no merece el escarnio, sino el respeto de la sociedad.
Publicado: enero 29 de 2020
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