Petro no tiene manera de llegar democráticamente a la presidencia. Las mayorías jamás depositarán su voto a favor de un criminal que tiene las manos manchadas con sangre, que jamás ha reconocido sus culpas -antes bien, se enorgullece de lo que él llama su “militancia”- y no ha reparado a sus víctimas.
Petro es un reinsertado que continúa siendo un fiel discípulo del delito. Prueba de ello es el video en el que aparece recibiendo gruesos fajos de dinero en efectivo, de manos de un oscuro testaferro suyo que, por demás, desapareció sin dejar rastro. No hay que cesar en la pregunta: Juan Carlos Montes, el artífice del video y la persona que le entregó la multimillonaria suma de dinero, ¿aún está vivo? Para despejar ese legítimo cuestionamiento, más vale que se conozca una prueba apodíctica de supervivencia de aquel delincuente, que supuestamente salió de Colombia sin destino conocido.
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Mientras Roma ardía, Nerón tocaba la lira y cantaba feliz. Algo parecido sucede con Petro, sujeto desfasado que desde su cuenta de Twitter alienta el odio e incita a la violencia, y mientras la capital colombiana es presa del desorden y el vandalismo, él continúa escribiendo sandeces y haciendo planteamientos que delatan su insania mental.
En su lógica retorcida, debe estar afincada la conclusión de que si no puede gobernar al país, entonces hay que acometer las labores correspondientes para destruirlo.
En medio de su delirante campaña de destrucción y odio, en la que cuenta con el acompañamiento permanente del promotor de la pornomiseria, Gustavo Bolívar, Petro ha abierto frentes de ataque contra todo lo que no milite en su estructura política -la denominada Colombia humana-, organización que aplica procedimientos propios del pandillerismo centroamericano.
Es evidente que el uribismo no la tendrá fácil en las próximas elecciones presidenciales. Un candidato exclusivo del Centro Democrático, no gozará de la fuerza electoral suficiente para ganar y reemplazar al presidente Duque. Por eso, aunque aún faltan más de dos años para la primera vuelta, es deber de los defensores de la democracia liberal, empezar a fijar las pautas para una gran alianza política que tenga la capacidad de imponerse en las elecciones y bloquear, de una vez y para siempre, a los sectores antidemocráticos, revoltosos y violentos como el que lidera Gustavo Petro.
El exterrorista del M-19 tiene claro cuál es su objetivo: incendiar a Colombia. Él y su sector, cada vez más marginalizado, invadido por la iracundia, el odio y el resentimiento, no darán su brazo a torcer. Continuarán los paros, las protestas, los actos de vandalismo y las incitaciones desbordadas de aquel desquiciado que evidentemente perdió la perspectiva y hoy no goza de la capacidad para distinguir entre la realidad y la fantasía.
Publicado: enero 27 de 2020
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